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Calavera Infernal

Ser Padres

Ser Padres

En 10 lecciones

1) Para vivir la experiencia del embarazo: cuélguese una bolsa de garbanzos a la altura de la panza, agregando un puñado todos los días durante nueve meses. Luego de los nueve meses, abra la bolsa y retire el 10% de los garbanzos.
2) Antes de lanzarse a tener hijos, busque una pareja que ya los tenga y sométalos a estudio. Critique sus métodos para imponer disciplina, su falta de paciencia, sus pésimos niveles de tolerancia, y por haber permitido que sus hijos se porten como salvajes. Sugiera maneras de mejorar el comportamiento de los niños a la hora de acostarse, pedir pipí o comer. Aproveche, será la última vez que tendrá todas las respuestas.
3) Para hacerse una idea de cómo serán las noches, consiga un almohadón húmedo de entre 4 y 6 kilos, y recorra el living llevándolo en brazos, sin sentarse, desde las 5 de la tarde hasta las 10 de la noche. A las 10 suelte el almohadón, ponga el despertador para que suene a las 12 y duerma. Cuando a las 12 suene el despertador, levántese y vuelva a pasear el almohadón por el living mientras canta canciones de cuna en la oscuridad. Repetir a las 2 AM a las 4 AM y a las 6 AM. Opcional: a las 4 AM puede dar una vuelta en auto con el almohadón. Siga esta rutina durante 5 años. Ponga siempre buena cara.
4) ¿Es posible aguantar a los chicos en la casa? Para averiguarlo, unte dulce de leche en el sofá y mermelada en las cortinas. Esconda un trozo de pescado rebozado detrás del equipo de música y déjelo ahí durante todo el verano. Meta los dedos en las macetas y luego arrástrelos por las paredes más limpias. Dibuje encima de las manchas con lápices de color. Compre 5 cachorritos de mastín napolitano y déjelos retozar en su dormitorio.
5) Vestir a un niño pequeño es simple: primero, compre un pulpo y pídale al verdulero una bolsa de red. Trate de introducir el pulpo dentro de la bolsa de manera que no salga ninguno de los tentáculos por los agujeros de la red. No se aflija, le puede dedicar toda la mañana.
6) Niños en edad escolar: Guarde una caja de huevos (vacía). Usando una tijera y un poco de témpera, conviértala en un gracioso cocodrilo. Ahora junte un envase tetra-brik, una pelota de ping-pong y un paquete de cereales vacío y construya una réplica exacta de la Torre Eiffel. Comience este trabajo a las 11 de la noche, que sería la hora en la que se entera que ES PARA MAÑANA. ¡Excelente! Ahora espere las criticas de la maestra jardinera.
7) Cambie el auto de dos puertas por una break. Y no la lave nunca más. Después de todo, es un auto familiar, sin valor de reventa. Compre un helado de chocolate y aplástelo en la guantera. Meta dos monedas de 10 cts. en la compactera o casetera. Compre un paquete familiar de galletitas dulces. Macháquelas un buen rato sobre los asientos traseros. Salga del auto, y arañe ambos lados del vehículo con la llave. ¡Perfecto!
8) Vaya al supermercado. Lleve consigo lo más parecido que encuentre a un niño de menos de cuatro años (una cabra adulta es ideal). Si piensa tener más de un chico, lleve dos cabras. Haga la compra para una semana sin perder de vista las cabras. Mantenga discusiones con los encargados de seguridad del supermercado, subiendo en el escalafón (pero siempre sin perder de vista a las cabras). Cuando llegue al gerente, cambie de supermercado.
9) Darle de comer a un chico: Compre un melón, vacíelo, y hágale un pequeño agujero en un costado. Cuélguelo del techo y déle un golpe para que se balancee. Ahora tome un plato con puré de zapallo. Trate de meter cucharadas de puré dentro del melón, mientras simula ser un avión.. Siga intentándolo hasta terminar la mitad del puré. El resto, viértalo sobre su regazo, y desparrame bastante en el suelo.
10) El aseo de la criatura: Consiga un gato adulto (preferentemente callejero o semi salvaje). Póngase su mejor traje si es hombre o medias y zapatos de tacón alto si es mujer. Llene la bañadera con agua tibia y juguetes de goma. Acto seguido introduzca el gato y lávelo con champú. Luego de enjuagarlo y secarlo con una toalla, siga el procedimiento indicado previamente con el pulpo y la bolsa de red. Repetir todas las noches durante 8 años. Otras actividades recomendadas: camine 4 cuadras por día demorando 35 minutos. Repita todos los días. Inspeccione con detalle cada pucho apagado, chicle o pañuelo de papel usado que encuentre en la vereda. También insectos muertos. Grite hasta que los vecinos se asomen.
desconozco su autor
DEDICADO A TODAS LAS MADRES DEL MUNDO

Fragua Visual

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El Infierno de Carnavales

Realizado por Enfero

ANGEL DE LA GUARDA

ANGEL DE LA GUARDA

"Angelito de mi guarda,
mi dulce compañía,
méte en mi cama
sea de noche, sea de día
no es por lujuria
ni tan sólo es calentura
apiádate de mí,
que soy sólo una criatura
El coco me ameenaza,
el coco me tormenta
métete en mi cama
y abrázame con fuerza..."

(Repite esta oración 18 veces cada noche y el angelito no te fallará)

El Potrero

El Potrero

El dueño de la pelota

Los barrios tienen lugares secretos, llenos de magia de la infancia. El potrero era uno de ésos, un terreno baldío que algún tano escapado de la guerra compró como inversión y, cuando pudo volver a su tierra, dejó abandonado.

El potrero reunía a los pibes de la cuadra, que huyendo de la siesta, nos juntábamos a jugar a la pelota. Llegábamos de a uno, arrastrando los pies, con la pereza que dan un par de platos de fideos y el postre, infaltables en los almuerzos familiares del domingo. El más importante siempre era el último en llegar. El gordo aparecía cuando la impaciencia nos había ganado y andábamos dándole patadas a una lata. Venia haciendo picar la pelota como si disfrutara ese momento de gloria que le daba el “ser importante”. El gordo era importante. ÉL era el dueño de la pelota, una número cinco de cuero con los colores de Boca y los gajos cosidos a mano.

Cuando lo veíamos llegar, todos empezábamos a gritar, “¡pásala! ¡pásala!”. Con el brazo, el gordo, tiraba la pelota al aire, y uno de nosotros la paraba de pechito o la cabeceaba y hacíamos un toque. El jueguito vistoso de algún comilón que no pasaba la pelota, se interrumpía con un acto formal revestido de trascendental seriedad: La elección de para qué arco pateaba cada uno. Los dos más habilidosos, que jugaban en las inferiores de los clubes locales y eran los líderes indiscutibles porque tenían botines, se encargaban de formar los equipos. El sistema, siempre el mismo, era inobjetable y garantizaba el equilibrio, no sólo de los dos bandos, sino del resultado del partido. Así, recorriendo una línea imaginaria que los separaba, uno decía “pan” y adelantaba el pie izquierdo poniendo el talón pegadito a la punta del pie derecho; el otro lo imitaba diciendo “queso”. Cuando quedaban enfrentados, el que pisaba a su contrario, podía elegir primero.

El gordo era el último en integrar uno de los equipos. Él decidía para dónde pateaba, evaluando, cuál de los dos bandos, tenía más posibilidades de ganar. Era un tronco, lo que se dice una “ojota”, no era apto para ningún deporte. Así que el capitán del equipo elegido, lo neutralizaba poniéndolo al arco. Había que cuidarse, aunque una jugada peligrosa entre cualquiera de nosotros, no pasaba de un par de empujones y elogios a las respectivas hermanas. Pero meterse con el gordo, podía significar el final del partido. Nunca terminábamos ninguno, que yo recuerde, porque o el gordo se enojaba y se iba con la pelota o lo llamaban a tomar la leche, como si fuera a morir de debilidad.

Fui creciendo, las piernas se me llenaron de pelos y dejé de usar los pantalones cortos como era habitual. Fumé el primer cigarrillo y después, muchos atados más, los que hicieron que no pueda correr ni el colectivo cuando llego tarde a la parada, y que abandonara los picaditos del domingo. Y el potrero, que de pibe veía inmenso como el estadio monumental, terminó siendo un supermercadito coreano. Muchas cosas cambiaron, pero hay algo que aprendí en aquel lugar mágico y que se mantuvo inalterable en lo que tengo de vida: Siempre hay que llevarse bien con el dueño de la pelota, porque sino, no te deja jugar “el partido”.

3 de mayo

3 de mayo

Se ha terminado el puente. No hemos salido y quizás me haya ahorrado algún que otro disgusto. Me he acomodado a una situación en la que nunca quise vivir, jamás me imaginé evaporada, sí evaporada, disminuida como el vapor que dilapida el agua en un aire sin sentido, sin destino. La indiferencia absoluta, la negación de la realidad, sentimientos ficticios que en la ausencia de una cama vacía, retornan cual fantasma vuelve al castillo que abandonó. ¿Queda aún esperanza? Palabras adornadas, dichas sin sentido, o tal vez con el sentido que da la desidia: Olvido, alejamiento, muerte del espíritu, entierro de sentimientos que no pueden ser. ¿Qué me queda? Lo di todo y ahora me arrepiento. Me quedé sin ilusiones, sin esperanzas, sin posibilidades. Vacía de hijos, vacía de hombre, vacía de mí misma. Unos pájaros revolotean en el alféizar de la ventana. La vida transcurre detrás de los cristales, pero aquí, en mi torre de cristal líquido, todo se diluye en la niebla de lo que agoniza. Quizás mañana sea otro día, quizás sea el mismo día revestido de color o investido en el gris oscuro de las nubes de mi existencia. El camino no existe, se desdibujó cuando cedí a mí misma, cuando dejé de ser yo para ser demás, y sin embargo sé que debo continuar, pero ¿hacia dónde? Sin sendero por el cual avanzar, sin ilusión que me empuje, sin deber que me obligue, por qué no parar, tirarlo todo por la borda y descansar. No, algo lo impide, quizás ese último aliento que no deseo entregar y por eso malvivo en este mundo de humo sulfurado que casi no me deja respirar. Un inhalador es mi compañero de camino y mientras me abra los pulmones daré otro paso más.

¡¡¡Atención!!!

¡¡¡Atención!!!

El texto que lleva por título "Infierno Celestial" está basado en una idea del Blog http://blogia.com/a_las_6_y_pico. Y del que se escogió una parte de ambos textos publicados, refundiéndose con el título antes mencionado. Gracias al autor de las dos ideas, se ha podido seguir con esta historia (un poco más larga) Es tanto suyo como mío...

Infierno Celestial (I)

Infierno Celestial (I)

Estaba muy oscuro. En aquella residencia de estudiantes las sombras de la noche siempre se acentuaban y se hacían más tenebrosas, así como que bastaba el más leve de los sonidos para despertar la intranquilidad en quien habitaba.

Apenas quedaban cinco días para la Navidad y la mayoría de las chicas ya se habían ido a sus respectivos hogares, a disfrutarlas junto a sus familias. Pero Ana y Lidia siempre esperaban hasta el último instante para marcharse.
Ana tenía el billete de autobús para las 12 horas del día siguiente, mientras que a Lidia le tocaba coger el avión de las 13h. Allí estaban las dos, caminando sigilosamente por los pasillos, rezando entre risitas por que las monjas no las pillaran.

Estaban a punto de llegar al cuarto de Lidia cuando Ana, en un alarde de torpeza pisó la baldosa falsa, que emitió un ruido inesperado en aquella noche tranquila, que las hizo sobresaltarse. El primer impulso de Lidia fue empujar a Ana contra la pared y taparle la boca para que no emitiera sonido.
Se quedaron así un rato, mirándose en la oscuridad mientras sus respectivos corazones latían acelerados.

Entonces Lidia posó sus labios sobre los de Ana, besándola. Ésta, influída por la excitación del momento la respondió sin pensarlo, hasta que se separó de una manera un tanto brusca, diciendo:
- Parece que la monja no viene, sigamos, anda.
Entraron en el cuarto de Lidia. Ésta se sentó un su cama, mientras que Ana optó por la silla de escritorio.
Lidia, haciéndole un gesto con la mano, le dijo dulcemente:
- Anda, ven aquí que no te voy a comer.-
A lo que Anda respondió a la manera de reproche:
- ¿Ah, no? ¿Y qué ha sido lo de antes?
- ¿Lo de antes?, ¿a qué te refieres con lo de antes?. - Anda, niña, ven aquí para que nos podamos escuchar bien sin tener que alzar la voz.

La residencia de estudiantes se encontraba situada al final de un frondoso bosque de hojas amarillas. Compuesto en su mayor parte por castaños de grueso tronco que habían echado sus raíces sobre aquel espeso manto de hierba. Esbeltos abedules que parecían querer tocar con sus ramas más altas el cielo gris. Acacias, robles y arces que se perdían entre los montes hasta donde alcanzaba la vista. A la entrada, se elevaba una alta verja de hierro forjado, macizos de flores cuidadosamente arreglados y un estrecho camino de grava que conducía hasta los grandes frontones de madera de la entrada. Se trataba de un edificio sobrio y funcional, con cierto aire de fortaleza y hermetismo. Se caracterizaba por su horizontalidad y su simetría. Con grandes pilastras y columnas que parecían dispuestas para impresionar e infundir respeto al visitante.

En suma, un feo y enorme bloque de piedra, inexpresivo, metódico y ordenado, que se erguía pesadamente en los lindes de aquella verde floresta.

Ana lo dudó unos segundos antes de acceder.
Al cabo de unos minutos ya estaban otra vez como siempre, hablando de sus cosas, riéndose, disfrutando de la gran amistad y tierna complicidad que las unía.
Una cosa llevó a la otra, y terminaron haciéndose cosquillas.
Lidia, que era muy sensible, no podía aguantar las risas, por lo que esta vez fue Ana la que tuvo que taparle la boca, echándosele encima.
Lidia apartó suavemente la mano de su compañera, mientras la miraba y le decía en un tono de voz apenas perceptible:
- Estás muy guapa esta noche.
- No sé que carajos te pasa, Lidia, pero déjalo ya, ¿quieres? - respondió Ana.
- No seas boba y déjate llevar.-

Ana la miró con una mezcla de miedo e incertidumbre, mientras que Lidia le acariciaba los cabellos. De ahí pasó a la mejilla y de ésta a los labios...
Ana dejó escapar un leve sonido que indicaba que aquéllo le gustaba, así que Lidia no dudó en besarla, siempre con mucha suavidad y dulzura.
Ana empezó a dejarse llevar, intentando no pensar en nada en concreto. La situación no dejaba de ser agradable, aquéllo sólo eran inocentes besos y juegos de caricias.

Las manos de ambas chicas se movían con total libertad sobre aquellas geografías desconocidas hasta el momento; colonizando montañas y estrechos que jamás hubieran imaginado existieran. Manos que abrían camino a lenguas más tímidas pero igualmente ardorosas.
La hermana Cecilia se acercó se acercó sigilosamente hacia el lugar de donde procedían los ruidos... No era posible que hubiese alumnas, todas se habían marchado, ya eran las 13:15 h. Con mucho cuidado se inclinó para ver qué es lo que sucedía… Y pudo comprobar los cuerpos pasionales de aquellas jóvenes… Su cuerpo ardió en deseos de estar allí entre ellas, pero su cabeza le decía lo contrario, la batalla sólo duró unos segundos, el tiempo en el que ella cerró la puerta con sumo cuidado, quitándose el hábito y la ropa interior…

Si bellos eran aquellos cuerpos, el de la monja era un auténtico espectáculo, cualquier persona hubiese dicho que era un auténtico desperdicio no poder aprovechar la pasión sensual que emitía aquel conjunto de piel morena que acentuaba de una forma soberbia las curvas de ese regalo tan pésimamente envuelto en unas ropas que no le hacían justicia alguna…

Acariciándose los pezones y rozándose con los dedos ese volcán del deseo, fue hacia su propio infierno mordiéndose los labios… Sus 25 espléndidas primaveras se acoplaron perfectamente al cuerpo de Ana. Comenzó a soplarle suavemente en el oído, a chuparle el lóbulo de la oreja, acariciarle el pelo… Mordisquearle la nuca, al tiempo que sus dedos toqueteaban como baquetas el tambor de la lujuria… Piel sedosa con olor a melocotón en almíbar (su favorito)… El cuerpo de Ana, tras sentir aquellas caricias, se dio la vuelta… Quería más y vaya que si recibió más… Cecilia se apoderó de ella, la besó, la estrujó contra sí… Restregó su sexo contra el de Ana, le introdujo los dedos en su vagina y allí se entretuvo hasta que la hizo correrse y despertarse medio somnolienta… Ana miró atónita esa belleza escultural, Cecilia le echó un guiño pícaro… Pero ella no lo entendía, no podía imaginarse por un momento…

De repente se oyeron unos pasos, ambas se asustaron, Ana, aprovechó la ocasión para salir de esa situación y desembarazarse de Sor Cecilia… Pero no pudo… Intentó gritar, pero le tapó la boca… Ana le mordió y Cecilia, viéndose presa de un castigo inminente apretó el cuello de Ana, engullida por el miedo… Cuando ya pasó el peligro, vio como el cuerpo de Ana yacía en la cama, inerte… Cogió el cuerpo de Ana y lo echó por encima del de Leticia… Agarró sus cosas y desapareció muy asustada…

Leticia fue despertada por las monjas, entre ellas Cecilia y una agente de policía… Al verse en ese estado y el cuerpo inerte de Ana, quedó petrificada, sintió que todo el mundo le era ajeno, ni siquiera se tapó… Ya nada le importaba, su único y verdadero amor yacía en una cama de un colegio privado religioso, ante la mirada acusadora de una monja y de una agente de policía… Ella era la responsable de haber perdido lo que más quería por no cuidarlo con todas sus fuerzas, o al menos eso creía en aquel preciso momento.

Fue un gran escándalo, el colegio era una institución en aquel país, sólo iban a él gente de un alto nivel social… La noticia se había filtrado a la prensa y todo el mundo se frotaba las manos, un colegio de monjas, una relación lésbica entre dos menores, un asesinato… Era demasiado jugoso y morboso como para no explotar el tema… Por si fuera poco Leticia era hija del Embajador español en ese país…

El juicio comenzó con la acusación de asesinato por parte del fiscal. Un fiscal cuya fama de duro e intransigente con los extranjeros era pública y notoria. Hizo todo lo posible para que Leticia recibiera el mayor castigo. La monja colaboró mucho con su declaración. Mintió sin ningún tipo de remordimiento, estaba por encima la institución y sobre todo su secreto. Nadie debía saber sus aficiones por aquellos cuerpos jóvenes y lujuriosos.

Los días que duró el juicio fueron muy duros, se dijeron las cosas más duras e injuriosas que cualquier persona inocente pudiese oir, pero a Leticia no le importaba, lo único que le importaba es que su amiga estaba muerta y ni tan siquiera pudo despedirse de ella.

El juez, un meapilas estirado, que antes de comenzar el juicio ya había declarado sentencia, su fallo fue duro e inapelable: Pasaría los 4 primeros años, hasta cumplir los 18 en un centro especializado para menores… El resto, hasta cumplir la cadena perpetua, en la cárcel más estricta de país.

Fue esposada ante la mirada impasible de su padre y los gritos y sollozos de su madre, y conducida al centro que sería su próxima casa en los 4 próximos años.

Fue desnudada, manoseada, ultrajada por una oficial que disfrutaba extremadamente con lo que hacía, sin que nadie le hiciese ninguna observación en su excesivo celo en el trabajo. Leticia acababa de pasar del “cielo” al mismísimo “infierno”, y sin salir del país… Ella sólo buscaba a Ana, y no la encontraba, quería tenerla allí, para poder demostrar sus caricias, y pedirle disculpas… Pero no podía, era demasiado tarde…

(continúa)

CON LOS PIES MOJADOS

CON LOS PIES MOJADOS

Cuando Gádor Ruiz salió por la mañana de su casa, partiendo hacia la aventura más excitante de su monótona vida, no podía imaginar que la encontrarían muerta horas después, en la cama de un hotel barato de playa.

“Estaré en la habitación 512, Hotel Virgen del Mar, el sábado a las doce. Te esperaré desnuda metida en la cama. No digas nada, no me hables, sólo acuéstate a mi lado y hazme tuya. Te deseo con todas mis fuerzas, Angelus. No te retrases… Mariel_22”

Angelus metió la llave despacio en la cerradura de la habitación 512. La puerta se abrió con un ruido metálico, invitándole a pasar. La habitación estaba a oscuras con las persianas bajadas. Un espeso cortinaje doble terminaba por trasformar la claridad exterior en la más negra de las penumbras. Avanzó casi sin posar sus pies en el suelo por el estrecho pasillo que separaba el pequeño recibidor de la habitación. Oyó el sonido del goteo del agua a su derecha y aspiró el aroma del jabón mezclado en vapores aún tibios, flotando en el ambiente a su paso por el baño. Supo que Mariel ya estaba allí.

Mariel yacía en la cama, tal como habían acordado en el último e-mail, echada sobre el lado derecho, vuelta hacia las cortinas. La silueta de su cuerpo desnudo insinuándose sensualmente bajo las sábanas, fue apareciendo ante sus ojos con suavidad. Se quedó mirándola hasta que las imágenes se hicieron nítidas, intentando grabar en su memoria aquella visión. La había imaginado de todas las maneras posibles, incluso recordó el tono de su voz, sin haberla oído nunca. Pensó con alivio que era un tipo con suerte.
Se descalzó. Desabrochó el cinturón de cuero con parsimonia, los botones de sus vaqueros fueron abriéndose uno a uno sin oponer resistencia. Al bajarlos por sus caderas se cayeron las llaves del bolsillo, estrellándose en el suelo de gres en un inesperado estruendo. Mariel sonrió a las cortinas sin dejar de mirarlas. El momento de su encuentro estaba próximo. Un ligero estremecimiento la sacudió de arriba abajo erizándole el vello de todo su cuerpo.
Angelus dejó los pantalones doblados en un banco al lado de la cómoda, le siguieron la camisa y la ropa interior, en un perfecto ritual armónico y silencioso.
El siguiente paso para Angelus, era avanzar hacia la cama y meterse en ella. No hablar. No decir. Sólo el murmullo de su pecho nervioso y la respiración aparentemente tranquila de ella.
Sus movimientos eran lentos, en un intento de retener ese placer extraño que le producía aquella situación tan inusual y emocionante a la vez.
Por un segundo pensó en su familia, pero desechó la idea de inmediato. No había llegado hasta allí para empezar ahora con batallas mentales sobre moralidad y conciencia.
Decidido, se metió en la cama y se acercó a Mariel, rozándola por la espalda, aspirando el aroma de ese cuerpo tan frágil al abrigo de la oscuridad. Pensó que olía a deseo y carne tibia. Sintió como un escalofrío el calor suave que emitía su cuerpo. Aún tenía los pies mojados por el baño.
Comenzó a besarle la nuca, en un susurro de aliento. Muy bajito, olvidando su pactado silencio, le balbuceó al oído:

-Vuélvete hacia mí…

Mariel se incorporó de golpe sobre la cama, respondiendo a sus palabras con una reacción desproporcionada, como si aquella voz proviniese del mismísimo infierno. Entonces, sus ojos fueron capaces de encontrarse en la semipenumbra.

Cuando Ramón Coca salió por la mañana dispuesto a partir hacia la aventura más excitante de su monótona vida no podía imaginar que, horas después, estaría sentado en el sofá de su casa, hablando con la policía sobre la muerte de su esposa. La encontraron en la habitación de un hotel barato de playa, con un fuerte golpe en la cabeza y signos de lucha.
Destrozado y abatido por el dolor, no pudo precisar si notó algo extraño en Gádor aquella mañana ni si tenía amistades ajenas a él.
Ante la pregunta cautelosa de uno de los policías sobre la sospecha de la existencia de un amante de su mujer, Ramón negó en silencio, recordó los ojos de Mariel aterrados al descubrir en la penumbra la mirada conocida de Angelus, tomó el poco aire que le cabía en los pulmones con un esfuerzo desmesurado y con voz débil y ausente murmuró:

- Todos somos unos perfectos desconocidos…

Miedo

Miedo

Para empezar
diré que es el final
no es un final feliz
tan sólo es un final
pero parece ser que ya no hay vuelta atrás.

Sólo te di
diamantes de carbón
rompí tu mundo en dos
rompí tu corazón
y ahora tu mundo esta burlándose de mi.

Miedo
de volver a los infiernos
miedo a que me tengas miedo
a tenerte que olvidar.

Miedo
de quererte sin quererlo
de encontrarte de repente
de no verte nunca más.

Oigo tu voz
siempre antes de dormir
me acuesto junto a ti
y aunque no estás aquí
en esta oscuridad la claridad eres tu.

Miedo...

Ya se que es el final
no habrá segunda parte.

Y no se cómo hacer para borrarte.

Para empezar
diré que es el final.

Miedo...

y aquí en el infierno
oigo tu voz.

* Autores : Carlos Raya y Carlos Tarque (MClan)

Arte calavera

Arte calavera

Si no ves una calavera en este dibujo es que no visitas lo suficiente esta página ;)

Feliz fin de semana

Comell@

Fragua Visual

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La verdad, no sé qué hacemos viendo los Documentales tan aburridos de los humanos...

Realizado por Enfero

Brevedades

Brevedades

Cuento Sefardí. (Déjame que te cuente, de Jorge Bucay)

En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto se encontraba el viejo Eliahu de rodillas, al lado de unas palmeras datileras.

Su vencio Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis para que sus camellos abrevaran y vio a Eliahu sudando mientras parecía escarbar en la arena.

--¿Qué tal, anciano= La paz sea contigo.
-- Y contigo – contestó Eliahu sin dejar su tarea.
--¿Qué haces aquí, con este calor y esa pala en las manos?
--Estoy sembrando – contestó el viejo.
--¿Qué siembras aquí, Eliahu?
--Dátiles – Respondió Eliahu mientras señalaba el palmar a su alrededor.
--¡Dátiles! – Repitió el recién llegado. Y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez del mundo con comprensión –. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.
--No, debo terminar la siembra. Luego, si quieres, beberemos...
--Dime, amigo. ¿Cuántos años tienes?
--So sé... Sesenta, setenta, ochenta... No sé.... Lo he olvidado. Pero eso, ¿qué importa?
--Mira, amigo. Las datileras tardan más de cincuenta años en crecer, y sólo cuando se convierten en palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no te estoy deseando el mal, y lo sabes. Ojalá vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente podrás llegar a cosechar algo de lo que hoy estás sembrando. Deja eso y ven conmigo.
--Mira, Hakim. Yo he comido los dátiles que sembró otro, otro que tampoco soñó con comer esos dátiles. Yo siembro hoy para que otros puedan comer mañana los dátiles que estoy plantando... Y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.
--Me has dado una gran lección, Eliahu. Déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me has dado- y, diciendo esto, Hakim puso en la mano del viejo una bolsa de cuero.
--Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabs que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto, y sin embargo, fíjate, todavía no he acabado de sembrar y ya he cosechado una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.
--Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy, y quizás es más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas.
--Y a veces pasa esto – siguió el anciano. Y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas-: sembré para no cosechar y, antes de terminar de sembrar coseché no sólo una, sino dos veces.
--Ya basta, viejo. No sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que toda mi fortuna no sea suficiente para pagarte...

Cuando leí este cuento, pasaba por un periodo en el que me planteaba: ¿para qué escribo? Las dudas me asaltaban. Incluso un vago pensamiento de ir dejándolo. Me veía sembrando letras, no ya de las que no vería sus frutos, sino que muy probablemente nunca los darían y que seguramente durarían incluso menos de lo que pudiera durar yo mismo. Pero leí esto y reflexioné. Y sí, yo ya he recogido cosecha. Muy probablemente no pasaré nunca de que mis escritos sean leídos por más de unas decenas de personas, pero la cosecha ya está aquí. Repasé lo que de mí escribieron las amigas de atra como damo de honor 2005 y ya no me cabía duda: de mi siembra de letras nacieron palabras (y no sólo palabras, sino también sentimientos) de buena amistad. Es por eso que os quería dedicar este cuento (que por una vez, no siendo mío, es bueno) como muestra de mi más profunda gratitud. Gracias, amigas.

EGOÍSMO Y MATRIMONIO

EGOÍSMO Y MATRIMONIO

Si pudiéramos hacer un modelo ideal de matrimonio con vocación de longevidad, muy difícil de conseguir, todos coincidiríamos en excluir el egoísmo como premisa mayor antes de empezar a convivir; porque el egoísmo es corrosivo y dañino en todas las manifestaciones de la vida. Pero en lo que al matrimonio se refiere, ejerce la función de la termita: su daño no se suele ver hasta que se nos viene encima el edificio.

Fragua Visual

Fragua Visual

¡Y un cuerno... Yo no me quedo sin comer!

Realizado por Enfero

Brevedades

Brevedades

Permitidme antes una explicación... Brevedades es nuestro agradecimiento a las chicas del Foro de Atra, por haber tenido la gentileza y el detallazo de habernos elegidos chicos del año. Es por ello, que nosotros no quisimos ser desagradecidos y les correspondemos con una serie de escritos nuestros... Espero que os guste chicas, tanto, como a nosotros ese juego tan divertido de elegirnos Reyes y damos de honor...

Cuando hay espumas de amistad
y te pierdes en filas de
columpios de a ocho
con ángeles y brujillas,
momias y champágne.
Cuando ríes y escuchas risas
urgentes que buscan paz,
cuando lees y eres leído,
silbando, tarareando,
entonces sabes que sueñas y vives,
y a disfrutar.

Los ardores de don Juan ( parte 7, última)

Los ardores de don Juan ( parte 7, última)

Gabino cae desmayado

cual flor en tiempo severo,

—¡Jesús, qué tanto os quiero!

—dice el efebo extasiado—

Don Juan, con celo y esmero,

palpó candongo el trasero,

—Una caricia al amado

es provechosa... yo espero,

de sabio es ser lisonjero

si el premio es el adecuado;

—piensa Don Juan, marrullero,

ladino, mordaz y artero,

mientras sonríe alentado.

— Besadme don Juan, primero,

que vais muy presto y ligero

a palpar lo que es vedado,

el ser templado y roncero,

es de hidalgo y caballero,

¡No seáis arrebatado!,

que el arrumaco es reguero

del delirio venidero

y aún no estáis desposado;

sois aspirante, y no mero,

sois pretendiente, el tercero,

que un mancebo de mi agrado

y un principal pebetero,

rico, egregio y placentero,

tierno, dulce y delicado,

me complacen el plumero

y me dan gozo festero.

Sabed... me habéis defraudado,

más parecéis un grosero

que un galano compañero.

-***

Y hablado esto al galán,

Gabino tieso y campante,

se marchó muy petulante

dejando al pobre don Juan

mohíno, mustio y cesante,

pues dejó de ser amante

sin serlo nunca... ¡qué plan!

—¡Adiós, oro relumbrante,

predio y lujo deslumbrante!

¡Adiós hacienda y gañán!

¡Qué ilusorio y qué farsante

es el júbilo fluctuante!

tan grande como un jayán

y tan frágil como infante

que se hunde en un instante.

¡Qué ardores tiene don Juan!

FIN (Por fin)

Los ardores de don Juan ( parte 6)

Los ardores de don Juan  ( parte 6)

Piensa el bizarro febril

que propicio le vendría

el oro y la pedrería

las haciendas y el cubil

y aquella hermosa alquería,

corceles y vaquería

con un soberbio redil;

árboles y jardín habría

y una fuente en armonía

con agua clara y sutil,

sueña, y en su fantasía

se ve por la gañanía

en un palafrén gentil,

con traje de orfebrería

oro , alhaja y joyería

y un escudero servil

y....

—¡Don Juan tanto os daría!

oye que Gabi decía

y le mira de perfil,

¡sus sueños a la porquería!

mas por pura cortesía

pues hidalgo es, no vil,

ni le incita en demasía

la riqueza que tendría...

le afirma tierno y pueril,

— Gabino, os concedería

lo que solo entregaría

a quién ame..., soy cerril,

y solo sé de osadía

de coraje y valentía

pues egregio soy y edil,

mas, intentarlo... podría

que nada me costaría

pues sois bello e infantil,

figuráis ángel... diría,

o querubín de María,

sois como flores de abril...

*sigue

Los ardores de don Juan (parte 5)

Los ardores de don Juan  (parte 5)

—Loco estoy, estoy chiflado,

—dice don Juan con cerote—

¿no habrá cerca un sacerdote?

porque ya estoy condenado.

—Dejad, amor, que os frote,

—susurra Gabino al trote—

y se acerca de costado

restregándole el cogote,

y para que no se alborote

le susurra almibarado.

—Tengo un palacio grandote,

dos predios en Almodrote

y un latifundio apartado,

y unas prendas que, de dote,

me dejó un varón, de mote

“ El próvido afeminado”,

mas fue sólo un amigote

que me dio mamola y lote

por grato haberlo pasado;

tengo además amplio bote

de oro velado en barrote,

y una finca con ganado.

Don Juan, mi bravo coyote

no dejéis que mi bigote

se pudra sin ser frotado.

¡Arrulladme mi amorzote!

¡si queréis, dadme un azote!,

...no seáis muy despiadado...

Los ardores de don Juan ( parte 4)

Los ardores de don Juan  ( parte 4)

Don Juan queda en conmoción,

parécele estar delirando

y Gabino, suspirando,

aprovecha la ocasión,

bésole ansioso y ansiando

y con ansia y deseando

dióle un férvido estrujón,

—¡Pero qué hacéis!— dice aullando

el galán, que está notando

que Gabino es un bribón,

—¡No me rechacéis demando,

qué tanto os estoy amando!

gime el sarasa tristón.

Luego, despacio, va hablando

y entre vagidos clamando,

—¡Conmuévete corazón,

qué por vos estoy penando

feneciendo y malgastando

mi ánimo y posición!,

Don Juan, si vos me vais dando,

yo os voy recompensando,

que caudal tengo un montón...,

sin apuro iréis hallando

que la vida disfrutando

se lleva con más fruición;

si expiro, joven estando,

y antes que vos, lejos ando,

que así ha de ser mi razón,

vos estaréis heredando

y mis bienes ostentando

después en mi defunción.

Don Juan se queda dudando,

Gabino le está ofrendando

la opulencia y profusión,

y él, que se está arruinando

y empobrecido quedando...

¡Gabino es la solución!.

Los ardores de don Juan ( parte 3)

Los ardores de don Juan  ( parte 3)

Don Juan vive disgustado,

sabe de la efervescencia,

que sin juicio ni prudencia,

le despliega arrebatado,

peripuesto y con urgencia

el de la otra residencia,

el colindante de al lado.

—¡ El Señor me dé paciencia!

ruega Don Juan en creencia

que Dios no le haya olvidado.

Suena un tilín con urgencia

y ante tamaña insistencia

don Juan acude apurado,

abre el portón y... ¡Oh, demencia!,

traspone con diligencia

un espanto almidonado,

Gabi, sin pedir audiencia,

sin citación ni licencia,

entra cual endemoniado;

—¡Oh, don Juan, qué complacencia!

¡Me abristeis con esa anuencia

porque estáis enamorado...!

No, no habléis ..., sólo la esencia

que respiráis con potencia

es mi agasajo anhelado;

oledme con indecencia,

tocadme con insolencia,

amadme , cielo adorado,

que mi cuerpo es indolencia

para que vuestra tendencia

goce de mí con agrado...

¡Dadme don Juan la querencia,

amadme hasta la violencia,

torturadme en el pecado!

No escatiméis exigencia

que mi cuerpo es pertenencia

de vos, don Juan bienamado.

Ejem...,yo os dejaré mi herencia,

si sabéis darme docencia

para sentirme halagado...

*sigue...