Blogia
Calavera Infernal

Espuma

Caballeros Asegurados

Caballeros Asegurados Un día de tórrido sol llegó un jinete cansado y polvoriento al gran castillo, accedió por los grandes portones y mientras tras de sí descendía el puente levadizo desmontó de su negro corcel y subiendo escalinatas y atravesando corredores llamaba a gritos a su consorte.
-¿Dónde estáis amor mío? ¡He regresado!
Su cónyuge apareció por unas de las puertas y con cara radiante contéstole. - ¡Ah! Ángel de amor; habéis regresado..., ¡gracias al cielo que os ha devuelto!
- Sí, y vengo con hambre de placer, quiero besaros, mordiscaros, lameros, mascaros...
¡Qué muero de continencia si no os tomo ya mismo!
- Claro que sí, sol de mi alma, ¡podéis tomarlo, lamerlo, comerlo, meterlo y sacarlo, pero antes ¡ Quitadme este maldito cinturón de castidad, por amor del cielo!¡Doña Leonor, ¿cuándo se ha visto que una desposada ponga a su esposo y señor un cinturón de castidad?
Y así fue que dio comienzo la emancipación de las damas y el mundo empezó a trocarse a mejor mientras los trovadores, jubilosos y alegres cantaban.

¡Qué proeza, qué osadía,
la de doña Leonor
que colocó a su señor
cerrojo férreo a su hombría!

Los ardores de don Juan ( parte 7, última)

Los ardores de don Juan ( parte 7, última) Gabino cae desmayado

cual flor en tiempo severo,

—¡Jesús, qué tanto os quiero!

—dice el efebo extasiado—

Don Juan, con celo y esmero,

palpó candongo el trasero,

—Una caricia al amado

es provechosa... yo espero,

de sabio es ser lisonjero

si el premio es el adecuado;

—piensa Don Juan, marrullero,

ladino, mordaz y artero,

mientras sonríe alentado.

— Besadme don Juan, primero,

que vais muy presto y ligero

a palpar lo que es vedado,

el ser templado y roncero,

es de hidalgo y caballero,

¡No seáis arrebatado!,

que el arrumaco es reguero

del delirio venidero

y aún no estáis desposado;

sois aspirante, y no mero,

sois pretendiente, el tercero,

que un mancebo de mi agrado

y un principal pebetero,

rico, egregio y placentero,

tierno, dulce y delicado,

me complacen el plumero

y me dan gozo festero.

Sabed... me habéis defraudado,

más parecéis un grosero

que un galano compañero.

-***

Y hablado esto al galán,

Gabino tieso y campante,

se marchó muy petulante

dejando al pobre don Juan

mohíno, mustio y cesante,

pues dejó de ser amante

sin serlo nunca... ¡qué plan!

—¡Adiós, oro relumbrante,

predio y lujo deslumbrante!

¡Adiós hacienda y gañán!

¡Qué ilusorio y qué farsante

es el júbilo fluctuante!

tan grande como un jayán

y tan frágil como infante

que se hunde en un instante.

¡Qué ardores tiene don Juan!

FIN (Por fin)

Los ardores de don Juan ( parte 6)

Los ardores de don Juan  ( parte 6) Piensa el bizarro febril

que propicio le vendría

el oro y la pedrería

las haciendas y el cubil

y aquella hermosa alquería,

corceles y vaquería

con un soberbio redil;

árboles y jardín habría

y una fuente en armonía

con agua clara y sutil,

sueña, y en su fantasía

se ve por la gañanía

en un palafrén gentil,

con traje de orfebrería

oro , alhaja y joyería

y un escudero servil

y....

—¡Don Juan tanto os daría!

oye que Gabi decía

y le mira de perfil,

¡sus sueños a la porquería!

mas por pura cortesía

pues hidalgo es, no vil,

ni le incita en demasía

la riqueza que tendría...

le afirma tierno y pueril,

— Gabino, os concedería

lo que solo entregaría

a quién ame..., soy cerril,

y solo sé de osadía

de coraje y valentía

pues egregio soy y edil,

mas, intentarlo... podría

que nada me costaría

pues sois bello e infantil,

figuráis ángel... diría,

o querubín de María,

sois como flores de abril...

*sigue

Los ardores de don Juan (parte 5)

Los ardores de don Juan  (parte 5) —Loco estoy, estoy chiflado,

—dice don Juan con cerote—

¿no habrá cerca un sacerdote?

porque ya estoy condenado.

—Dejad, amor, que os frote,

—susurra Gabino al trote—

y se acerca de costado

restregándole el cogote,

y para que no se alborote

le susurra almibarado.

—Tengo un palacio grandote,

dos predios en Almodrote

y un latifundio apartado,

y unas prendas que, de dote,

me dejó un varón, de mote

“ El próvido afeminado”,

mas fue sólo un amigote

que me dio mamola y lote

por grato haberlo pasado;

tengo además amplio bote

de oro velado en barrote,

y una finca con ganado.

Don Juan, mi bravo coyote

no dejéis que mi bigote

se pudra sin ser frotado.

¡Arrulladme mi amorzote!

¡si queréis, dadme un azote!,

...no seáis muy despiadado...

Los ardores de don Juan ( parte 4)

Los ardores de don Juan  ( parte 4) Don Juan queda en conmoción,

parécele estar delirando

y Gabino, suspirando,

aprovecha la ocasión,

bésole ansioso y ansiando

y con ansia y deseando

dióle un férvido estrujón,

—¡Pero qué hacéis!— dice aullando

el galán, que está notando

que Gabino es un bribón,

—¡No me rechacéis demando,

qué tanto os estoy amando!

gime el sarasa tristón.

Luego, despacio, va hablando

y entre vagidos clamando,

—¡Conmuévete corazón,

qué por vos estoy penando

feneciendo y malgastando

mi ánimo y posición!,

Don Juan, si vos me vais dando,

yo os voy recompensando,

que caudal tengo un montón...,

sin apuro iréis hallando

que la vida disfrutando

se lleva con más fruición;

si expiro, joven estando,

y antes que vos, lejos ando,

que así ha de ser mi razón,

vos estaréis heredando

y mis bienes ostentando

después en mi defunción.

Don Juan se queda dudando,

Gabino le está ofrendando

la opulencia y profusión,

y él, que se está arruinando

y empobrecido quedando...

¡Gabino es la solución!.

Los ardores de don Juan ( parte 3)

Los ardores de don Juan  ( parte 3) Don Juan vive disgustado,

sabe de la efervescencia,

que sin juicio ni prudencia,

le despliega arrebatado,

peripuesto y con urgencia

el de la otra residencia,

el colindante de al lado.

—¡ El Señor me dé paciencia!

ruega Don Juan en creencia

que Dios no le haya olvidado.

Suena un tilín con urgencia

y ante tamaña insistencia

don Juan acude apurado,

abre el portón y... ¡Oh, demencia!,

traspone con diligencia

un espanto almidonado,

Gabi, sin pedir audiencia,

sin citación ni licencia,

entra cual endemoniado;

—¡Oh, don Juan, qué complacencia!

¡Me abristeis con esa anuencia

porque estáis enamorado...!

No, no habléis ..., sólo la esencia

que respiráis con potencia

es mi agasajo anhelado;

oledme con indecencia,

tocadme con insolencia,

amadme , cielo adorado,

que mi cuerpo es indolencia

para que vuestra tendencia

goce de mí con agrado...

¡Dadme don Juan la querencia,

amadme hasta la violencia,

torturadme en el pecado!

No escatiméis exigencia

que mi cuerpo es pertenencia

de vos, don Juan bienamado.

Ejem...,yo os dejaré mi herencia,

si sabéis darme docencia

para sentirme halagado...

*sigue...

Los ardores de don Juan - ( parte 2)

Los ardores de don Juan  - ( parte 2) Gabino promulga airoso

que Don Juan será su amante,

candidato y demandante

de su cuerpo donairoso;

bucles de oro brillante,

boca grana, insinuante,

ojos de un verde precioso

como el mar perseverante,

talle de ánade elegante

como el cisne primoroso,

piel fina como el diamante,

nívea, clara y deslumbrante;

—¡Don Juan será venturoso!

Gabi enuncia rimbombante,

ideando que el lindante

notará que es hacendoso.

Se emperifolla tunante

con atuendo de volante,

de tul y encaje precioso,

gasas de grácil talante,

y plumaje extravagante

de algún pájaro curioso,

y se perfuma abundante,

con una esencia incitante

de flor de loto oloroso.

Luego lozano y flamante,

pródigo y exuberante,

con meneo lujurioso,

se dirige al colindante

anhelando estar delante

de su Don Juan valeroso.

*sigue

Los ardores de don Juan (1ª parte)

Los ardores de don Juan            (1ª parte) Allá en la ciudad de Trento

don Juan clamaba sin tino

quejando que su vecino,

(aunque con barba y talento)

no era nada masculino.

Llamábase éste, Gabino,

y su rostro era un evento

suave, nacarado y fino

como la flor del camino

o el pimpollo del sarmiento;

decía Don Juan, felino,

ora crespo ora mohíno,

que su cercano y atento

tenía del ave el trino

melodioso y paulatino;

mas, su ira y descontento,

era porque el tal Gabino

cual extasiado pollino

le hacía lisonja lento,

con talante femenino

cual dama de alto tocino;

y le lanzaba con tiento

besos de miel, y el ladino,

le hablaba con desatino

de amor y enardecimiento

y de albures del destino

enunciando que su sino,

su energía y su sustento,

era él , don Juan Merino,

gentil ,valiente y ...¡divino!

¡El gran hidalgo de Trento!.

*Sigue...

Diario Calavera : No es un tomate cualquiera

Diario Calavera :  No es un tomate cualquiera Había una vez un valiente tomate, que era líder de un huerto.
El se preocupaba por mantener el orden y la seguridad de las hortalizas.Pero un día, llegaron unos hombres y se lo llevaron cautivo, lo encerraron en un cajón junto a otros tomates.
Por las rendijas de aquella prisión observaba como se alejaba de su hogar.
...Pero por cosas del destino la camioneta donde le llevaban., tuvo un reventón de neumáticos y el cajón donde el estaba salio disparado, volando por los cielos, fue a parar a un riachuelo,
Cayó sobre una rama que flotaba sobre las aguas tranquilas y cristalinas.
Así paso el tomatín, tres días...Pensaba que tal vez se moría si nadie lo sacaba de allí. Pero aquella tarde del cuarto día, Alguien lo vio y lo rescato, estaba tan feliz, miraba a su alrededor y el paisaje era bellísimo, prados verdes, árboles frondosos. Lo llevaban en una cesta, y él parado sobre unas lechugas, contemplaba tan majestuoso lugar...
Se hizo de noche y vio que una mujer lo sacaba y lo ponía sobre la mesa en un recipiente de cerámica adornado con flores amarillas.
El lugar donde se encontraba era acogedor, una chimenea encendida, muebles sencillos, todo era nuevo para el, creció en un invernadero y solo de vez en cuando solía escapar para observar donde vivía la gente que lo había cultivado.
Se sentía tranquilo y se durmió.
Después ya no recordó nada mas, no volvió el día, y el anochecer se hizo eterno.
Tiempo después, se sintió dentro unas paredes que lo aprisionaban., su cuerpo no era el mismo, estaba disuelto, la consistencia y firmeza que antes tenia ya no era tal.
La historia queda hasta aquí…
No me atrevo a contar lo demás,
Es un poco triste el relato, pero así es la vida de las hortalizas…
Había pensado en escribir algo sobre “el súper tomate”.pero ya se me hizo conocida esa historia.

Con humor para ti tomatin...
Un abrazo.

Sentido Común

Sentido Común te acompaño en tu concepto
que ir por camino recto
sería cosa hacedera
si lo humanos electos tuviesen sólo sesera,
si nos diéramos afecto, si la unión es verdadera,
¡Es tan fácil ser adeptos de la concordia sincera,
de la paz y los preceptos que infunde justa manera

Diálogo con el forense

Diálogo con el forense —La causa del óbito fue debida a un apuñalamiento en el pecho.
—¿Sí? Creí que había sido por causa del veneno.
—Y usted qué sabe... ¿acaso es forense?
—No, pero...
—Entonces deje de dar opiniones ineptas.
—¿Me va usted a decir a mí, que soy el muerto, de qué fallecí?
—Usted será el cadáver pero yo soy su forense. Murió usted a causa de una puñalada en el pecho.
—Pero esa cuchillada me la produjeron cuando yo tenía veintidós años...
—Bueno... entonces usted falleció cuando tenía esa edad, lo que ocurre es que no se había dado cuenta.
—¿Habla usted todos los días con sus muertos?
—No, es la primera vez. Normalmente los cadáveres no dicen ni mú. Creo que se quedan sin habla del susto...
—¿Qué susto?
—El estupor de saberse difuntos.
—Pues yo no estoy asustado, además le digo que fenecí por ingerir estricnina, ¡si lo sabré yo!
—No soporto que un neófito trate de darme lecciones. Usted, señor mío, está aquí sobre mi mesa, abierto en canal, por haber sido acuchillado con arma blanca... ¿Quiere un poco?
—¿Qué es?
—Bocata de anchoas, con pimiento, tomate y mayonesa.
—No, gracias, no soportaría comer donde hay cadáveres.
—Pues está muy rico. Escribiré el informe de su muerte.
—¿Veneno?
—Puñalada.
—Bueno, informe como quiera, total, ya me da igual... Mientras escribe, ¿podría quitar el bocadillo de encima de mi hígado?, me está pringando todas las vísceras...
—Oiga... ¿recuerda quién le acuchilló?
—Sí señor forense. Fue un chaval que aseguraba que mi novia era su mujer. Ya ve, gente rara que hay por el mundo.
—Y... ¿era su mujer?
—No, era mi novia, mujer era de él. Lo que pasó es que el chico decía que ella no podía ser de los dos; no sabía compartir, no tenía ni pizca de solidaridad.
—En tal caso, el chico ese es su asesino. Informaré a la policía para que lo detengan.
—Bueno, eso pasó hace treinta años; ya no le guardo rencor.
—Bien, entonces no lo notificaré a la policía.
—Yo creía que me había suicidado con estricnina pero si me mató el chaval pues... ¡entonces es homicidio!
—Claro. Igual usted, al no percatarse de que ya estaba muerto, tomó el veneno para matarse, porque en realidad usted lo que deseaba era estar muerto.
—Imposible, yo no sabía que ya había fallecido. Incluso me afeitaba, duchaba e iba a trabajar todos los días a las siete. Además, si me asesinaron, deberían atrapar al homicida.
—¿Le guarda rencor, después de tanto tiempo?
—¡Lo odio con toda mi alma! Oiga, debería usted revisar mi estómago.
—¿Para qué?
—La estricnina...
—¿Otra vez?... le digo que la estricnina fue después, ya usted estaba muerto por el navajazo. Tal vez debería inspeccionar su vientre, por si el origen de la muerte fuera debido a alguna clase de veneno. Simple rutina.
—Yo creo que fallecí por una cuchillada, pero usted es el experto...
—Voy a coserlo ya.
—¡No!, aún no señor forense.
—¿Por qué no? Debería de saber que su entierro será pronto.
—¿Cuándo?
—Esta tarde, creo. Han venido su esposa y sus hijos... querían estar al corriente y si ya estaba todo listo.
—Dígale a mi esposa que me gustaría que me incinerasen.
—No llore hombre. Debería decírselo usted mismo pero como le veo tan triste...
—No lloro, es que se le ha caído algún mejunje y me ha saltado en los ojos.
—¡Ah!... sólo es desinfectante, tranquilo que no es malo para la salud.
—De acuerdo, pero debería usted lavármelos con agua, por si acaso...
—¿Está seguro de que no quiere un poco de bocadillo? Quizá le dé asco comer donde hay cadáveres.
—¡Qué va!, si yo tengo un aguante enorme. Una vez me comí unas cucarachas crudas...
— ¡Qué asco! ¿Y no tuvo arcadas?
—Sí pero se me pasaron a las tres semanas.
—Bueno, menos cháchara que tengo que acabar mi trabajo; todavía me quedan tres muertos más antes de irme a casa.
—Cósame entonces, pero no olvide decirle a mi esposa que no quiero que me incineren.
—Se lo diré, no tema. Prefiere una sepultura donde le lleven flores ¿no?
—No. Tengo decirle que... Bueno, le diré la verdad. Estoy vivo.
—¿Y que hace entonces sobre mi mesa? ¿Cree que puedo perder el tiempo tan estúpidamente? ¡Levántese enseguida!
—Vale, pero no se enfade, oiga.
—¡Fuera de aquí mentecato! ¿No le da vergüenza? ¡Su mujer ya tenía preparado el sepelio, con cantos gregorianos y todo!
—¿Gregorianos? ¡Nunca he soportado ese tipo de cantos! ¡Lo mejor que hice fue no morirme! ¡Ya ni uno puede fallecer en paz!
—Bueno, tampoco es para tanto... no se enoje usted que le da un ataque cardíaco.
—Pues mire, ni mal estaría que para lo que uno vive... Si al menos en mi funeral me loasen con cantos gregorianos ¡ Me complacería tanto!
—Creo que es mejor que se vaya señor vivo.
—Sí, ya me voy... oiga ¿sabe?, me gustaría que, cuando yo muriese, fuese usted mi forense ¡Ha sido usted tan amable!
—No se preocupe que me ocuparé de que así sea. Me halaga usted...
—¿Terminó de coserme del todo?
—Sí, está usted igualito que cuando llegó, pero sin morirse.
—Bueno, pues muchas gracias... ¡Vaya! ¿Cuándo llegué estaba muerto?
—Por supuesto; se lo dije bien clarito, pero se empeñó usted en que no y ya ve... el cliente siempre lleva la razón. De todas formas, si cambia de opinión, ya sabe donde me tiene; seguiríamos charlando sin traba alguna, ya que estando usted difunto podría quedarse aquí el tiempo que...
—Adiós señor forense; no creo que quiera morirme, pero por si se me ocurre, ¿por quién pregunto en ese caso?
—Evaristo Estilete Agudo, para servirle.
—Narciso Perpetuo Indeciso, a sus órdenes.




D. S. - Espuma.