Culto al cuerpo

Ya desde niña me decían Casilda: casi fea, casi gorda. Sí, mi físico ha marcado mi vida, seguramente desde la guardería aunque, por fortuna, ya no recuerdo esos años. Ojalá pudiera borrar igual la pubertad y la adolescencia. Y ya quisiera poder eliminar de un plumazo a Paco, a Sandra y a tantos otros de mi memoria.
Por suerte, o más bien por desgracia, no soy tonta. Digo que quizá por desgracia porque, si fuera estúpida, no me daría cuenta de cómo es mi cuerpo. A veces la ignorancia consigue la felicidad mucho más efectivamente que la sabiduría. Decía que como tengo una inteligencia normal, me doy cuenta de cómo soy. Sí, soy gorda y soy fea; y así son las cosas.
Afortunadamente tengo conocidos (no creo que lleguen al nivel de amigos, la verdad) que son amables. Ya no es como en la infancia, faltaría más. Es una suerte que al crecer, se desarrolle tanto la hipocresía. Seguramente sí lo comenten a mis espaldas, pero ojos que no ven... ¡Bendita edad adulta!, todo el mundo añora la niñez. Yo no, en absoluto, no volvería a pasar por eso ni por todo el oro del mundo.
Ser como soy tiene alguna ventaja, no crean. De jovencitas, cuando salíamos por ahí, nunca se me arrimaban los moscones, como le pasaba siempre a Sandra; que ponía una cara de aburrida que parecía que se iba a morir. Además, la mayoría eran unos macarrillas horteras que no había por donde mirarlos. (Que seré fea, pero yo también tengo mi gusto, no vayan a creer). Bien es verdad que, aunque hubiera sido una vez en mi vida, me hubiera gustado experimentar lo que Sandra sentía en ese momento. Sí, hubiera estado bien. Yo, durante unos años, me acercaba a mi amiga a tentar a la suerte, pero no hubo manera. Por aquella época achaqué a la mala fortuna que, cuando la acompañaba, ningún pelma se acercaba a mi amiga. Ahora, con el tiempo, entiendo que la famosa diosa no tuvo nada que ver, así como comprendo los motivos de Sandra para insistir tanto en que me fuera con ella a la discoteca. Hasta que conocimos a Paco, claro.
Paco sí se acercó a nosotras un día. Incluso habló con las dos. Fue amable con ambas, bailó con ella y, pásmense: ¡conmigo!. (De lo que son capaces los hombres por una chica como Sandra). Claro, a mí nunca me habían sacado a bailar. Cuando Paco lo hizo, mis ilusiones de inocente jovencita despertaron de su letargo y brotaron a borbotones, como saliendo de una botella de cava. Pero es cierto que no duraron demasiado. No di demasiada importancia al hecho de que bailara mucho más con mi amiga, ni a que, cuando lo hacía conmigo, la mirara a ella constantemente. Me alegro de no haber reparado en eso en aquel momento. Ese rato de felicidad, que me llevé para el cuerpo, ya no me lo quita nadie. La desilusión vino después, cuando Sandra empezó a llamar cada vez menos y, por tanto, yo empecé a salir cada vez menos también. Ella era la única "amiga" que tenía.
Yo soñaba con Paco. Sabía que eran sueños imposibles pero, al menos, me permitía esos ratos de "dicha virtual". Un día, paseando yo sola, me crucé con ellos dos. Bueno, yo los vi, pero ellos no estaban para verme a mí, con los ojos cerrados y las bocas mezcladas de tal forma que no se sabía cuál era la de quién. En fin, no es que me sintiera traicionada ni nada de eso; en el fondo lo sabía. Lo que más me fastidió es que mis momentos de felicidad virtual se terminaron con aquel beso y, encima, no fue un beso que me dieran a mí.
No he vuelto a tener otra amiga como Sandra, aunque sí muchos conocidos. No he dejado de salir por ahí a cenar, tomar alguna copa y eso; pero no ha vuelto a haber nadie como ella. Aún siento una alegría especial cuando la veo por la calle empujando el carrito de su hijo. Ella todavía me saluda con una sonrisa algo cortada, como si se sintiera culpable por algo. Yo le diría que no tiene que sentirse mal, que es ley de vida. Pero como ya no hablamos, me da reparo. Podría preguntarme qué es lo que estoy diciendo y tomarme por una presuntuosa. (¡Lo que me faltaba ya!).
Ya he intentado adelgazar varias veces. He probado todos los productos "milagro" que salen en los anuncios de la radio o en las televisiones por la noche. Me compré también uno de esos cinturones "mágicos" que, a base de impulsos eléctricos y ondas "ortogónicas", te reducen un montón de centímetros sin esfuerzo alguno. Lo peor de todas estas falacias no es el dinero malgastado, qué va. Lo peor es lo estúpida que se siente una por haber pensado que las dichosas ondas "ortogónicas" existen de verdad. Y todo por unas ilusiones vanas. El marketing se aprovecha de las miserias humanas, sí. También he probado todos los regímenes habidos y por haber: El del melocotón, el de la piña, el de la sopa "come-grasas", el método especial X de los cereales "Pelows". Ni que decir tiene que ninguno me ha funcionado. Alguna vez he perdido un par de kilos, sí; pero antes de quince días, había recuperado cuatro. La vez que más cerca estuve de conseguirlo fue cuando acudí a una clínica privada con doctores que te ponían unas dietas (disociativas, las llamaban), en las que podías comer todo lo que quisieras, siempre y cuando sólo fuera de lo que ellos te dijeran. Cierto, funcionó, perdí veinte kilos. El problema fue cuando empecé a comer de todo otra vez. Sí, duró más tiempo que las demás, eso es cierto, pero no tardé en recuperar veinticinco. No hay remedio, el único modo es el ejercicio y comer poco. Así que decidí hacer deporte y comer menos. Ya estaba bien, no podría dejar de ser fea, pero sí de ser gorda.
El primer contratiempo para mi nueva determinación fue ir a la tienda de deportes a comprar algo más o menos adecuado. Imposible, sólo pude comprar unas zapatillas. Nada de ropa en la que embutirme, aunque fuera estirándola bien y apretándome yo. Salí de allí con mis deportivos nuevos y muerta de vergüenza. En fin, busqué entre mi propia ropa, unos pantalones y una camiseta ligera, me calcé mis flamantes zapatillas blancas y salí al paseo marítimo a sudar como era debido. Empecé a correr con mis mejores zancadas, creo que los sudores me llegaron a los diez metros recorridos. Más o menos. Pero insistí. Los corredores habituales, con sus ropas ajustadas de famosas marcas deportivas, me adelantaban por la izquierda y la derecha. Yo, cuando podía, levantaba la vista y los veía alejarse. La gente me miraba: mi estilo no debía ser muy ortodoxo, pero yo no me rendía, estaba dispuesta a continuar y así lo hice hasta que creo que encontré en el pavimento una losa un poco más alta que otra y, yo, que supongo que no levantaba demasiado los pies del suelo, tropecé. Me rompí la rodilla. El médico dijo que se acabó el footing. Dieta rigurosa para quitarle peso a la articulación. Bastón de por vida.
Bueno, lo más probable es que esto me pasara por no aceptarme como soy, es verdad. O quizá porque esta sociedad, con sus chicas "vigilantes de playa", misses esqueléticas y tallas estándar, es la que no me acepta a mí. Y yo sólo quería integrarme, no sé...
Ahora sigo mi rígida dieta, paseo con mi bastón, me siento en algún banco, frente al mar a leer; o escucho música en casa, empezando siempre por mi tema favorito:
Hoy viene a mi la damisela soledad
con pamela, impertinentes y botón
de amapola en el oleaje de sus vuelos.
Hoy la voluble señorita es amistad
y acaricia finalmente el corazón
con su más delgado pétalo de hielo.
9 comentarios
xoa -
white -
No sé si calentarte la oreja o decirte que digno relato de tan buena pluma (literaria se entiende)
jejeje, besitos a la familia tomate
PABLO A -
Un saludo.
Pablo
Xeky -
Me alegra pensar que hay gente que sabe plasmar tan bien lo que siento, pues me siento identificada con algunas de tus histórias.
Aqui tienes otra fan para el club jeje
Pablo A -
Gracias Espuma rimadora, una placer verte por aquí y un placer que me leas.
Hola bruja Merche. La pena no es culpa de la chica, la pena es la sociedad de culto al cuerpo por culpa de la cual, la chica no está agusto consigo misma. ¿No?..
Gracias caro, un placer que te gustara. Siempre es gratificante que alguien desconocido te diga cosas así (Las otras son amigas y me hacen la pelota, ¿sabes?) :P Pásate cuanto quieras por este infierno y por los demás sitios que este infierno enlaza. Hay gente muy buena :)
Saludos, besos y abrazos a todos-todas :P
........ 4, ¿no?
Caro -
Merche -
Me encantó leerte, un beso
Espuma -
un enorme placer fue leerle, Tomate. :-)
NOFRET -
Muy cierto ese culto al cuerpo, que va variando con cada moda, pero manteniéndose igual de cruel y absurdo.
Besos!