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Calavera Infernal

Derivando (21)

Derivando (21) asaltar y disparar?. Qué más daba, el hecho es que estaba encantada de compartir su cama con ese hombre y de fingir una vida cotidiana, anodina, una monotonía familiar ansiada desde hacía tanto tiempo.
Desde luego no aguantaría más esa situación, lo tenía claro; era hora de poner puntos sobre las íes en la cuestión laboral. Ella quería ser maestra de jardín de infancia, rodeada de dulces infantes; que a la salida de la escuela le fuera a recoger un chico normalito y amable con el que compartir toda su vida. Tener un hijo o dos, viajar de vez en cuando al pueblo de su marido y morir dignamente en su propia cama con las sábanas nuevas y el camisón de punto de su abuela. Nada más, sólo eso, pero tuvo que meterse, no sabe aún cómo, en esta especie de empresa de película en la que no le estaba permitido tener familia... “¿Para qué?, eso te ligaría a un lugar y lo que queremos es que estés disponible las 24 horas”, ni amigos, ni carnet de videoclub ni hipoteca. Cómo ansiaba por lo menos tener una letrita que pagar... un perro al que sacar de paseo, unos geranios que regar o un amante para dar celos a su marido. Pero sin marido, no hay amante, evidentemente.

Y ahora miraba a Mario que dormía como un niño a su lado. Carol pensaba que el sueño nos equipara a todos y se propuso dormir ella también para poder formar parte de una comunidad en la que no hay especimenes diferenciados, en la que reina la homogeneidad.

Leire amontonaba las cosas de Mario en unas cuantas cajas, la ropa, las revistas, los zapatos y todas esas cosas que forman parte de la egoteca de cada uno, véase: libros, discos, la colección de botellitas de licor de la feria, fotos, recortes de prensa, chapinillas de la playa...

Colocó todo esto en la puerta del apartamento, bien precintado y con cartelitos que distinguían “ropa”, “zapatos”, “cosas raras”; pensó que no quería estar en casa cuando Mario volviese a por sus pertenencias, así que agarró las llaves y se lanzó a la calle astillada.

Eran las 11 de la noche y Leire pensó que sería bueno avisar a Mario de los cambios que se habían producido en su vida, al menos eso le debía por la amistad que les unía, pero sobre todo, por esos momentos de intenso placer y felicidad... Marcó desde su móvil el núm.; o mejor dicho lo buscó en su agenda... Mario se había quedado dormido en brazos de Carol, el tfno. comenzó a sonar... Mario se despertó y como una exhalación corrió a coger su tlfno:

"Dime cariño, ¿qué te ocurre?...
"Mario he de comunicarte que ya no podemos vivir juntos bajo el mismo techo, por lo tanto he ordenado tus cosas en cajas y las he dejado en el garaje... Sólo tienes que venir a buscarlas... (Sollozando, siguió con el mensaje) ¿Porqué lo has hecho? ¿No era buena para ti? ¿Qué nos ha pasado para llegar a esto?”...
Un nudo de saliva recorrió el cuerpo de Mario, estremeciéndole como nunca lo había hecho, y contestó con un lacónico: "No lo sé" "Oye, mañana hablamos, esto lo tenemos que hacer bien, al menos nos debemos o mejor dicho te debo una explicación clara y larga...

(Continúa)"

3 comentarios

Goreño -

Creo que circulan muchos Marios por el mundo. Muy bien escrito y muy cuidada la prosa, como siempre. Un abrazo

Jimul -

El problema es que quiere a mucha gente...

white -

alguna vez encontrará mario a alguien que él quiera??