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Calavera Infernal

Derivando (24)

Derivando (24) Mario se vistió, cogió sus cosas y fue acompañado por el personal médico hasta el ascensor, luego una enfermera le acompañó hasta su casa... Recogió todo un poco... Le hizo la comida y se marchó... La tarde, la primera tarde en casa, su casa, se hizo insoportable... Intentaba no pensar pero siempre le venía la imagen de Luisa y de Leire... Así estuvo varias horas.

La primera noche permaneció inmóvil, en el sillón... Durmiendo poco y velando mucho... No podía acostarse en la cama, esa cama que pertenecía a los fantasmas, más que a él... Los siguientes días fueron transcurriendo como si pasaran años, pesados y vacíos... La enfermera le arreglaba la casa y estaba al tanto de él, era una delicia de mujer, pero Mario no estaba para estas cosas ahora... Muchas cartas, más amigos, y por la noche soledad... Demasiada soledad... Poco a poco los días transcurrían y Mario comenzaba a mejorar, incluso en plenos carnavales dejó su ensimismamiento y dio una vuelta por la ciudad... No reconocía, no se reconocía en esa ciudad, le resultaba extraña... Bromas, burlas y chirigotas deambulaban por las calles...

Mario no pudo soportarlo, dio media vuelta y en una escapada imprevista torció por unas callejuelas adyacentes y estuvo en casa en menos de media hora...

Abrió la puerta de su casa como una exhalación y se refugió detrás del sillón... Había vuelto a sufrir un ataque de ansiedad... Poco a poco fueron desapareciendo los graves desequilibrios de su personalidad, y fue adquiriendo seguridad en sí mismo... Las cartas, las empezaba a leer, miraba de reojo la televisión (pero no los telediarios)... Pero había cartas que no abría... Cartas perfumadas... Cartas de mujer... De Carol...

Era el mes de marzo, las ramas de los árboles comenzaban a brotar tímidamente... Los rayos de sol comenzaban a presagiar la llegada de la primavera... Por aquella época Mario ya comenzaba a deambular por la casa, a enredar en las faenas domésticas, incluso a aventurarse en el despacho... A media mañana sonó un timbre... No puede ser, no espero a nadie, y nadie ha de venir a esta casa... Llamaron insistentemente... Mario abrió la puerta, no sin cierto desconcierto... Era... Era... “Carol, ¿qué haces aquí?”... “No preguntes, recoge tus cosas más imprescindibles, ah! No se te olvide el portátil... Nos vamos enseguida”... “Pero”... Y agarrándole por un brazo le ayudó a hacer la maleta, recogiendo todo al vuelo... Lo metió en el coche de Carol y salieron al escape... Mario estaba aturdido y no sabía ni qué decir ni qué hacer... Pasaron unas horas hasta que alguno de los dos articulara palabra... Carol, inició la conversación: “¿Cómo estás, encanto? Mario lo único que dijo fue: “Bien, cómo voy a estar sino”... Pararon en un área de descanso, sacaron las maletas y se alojaron en un motel de carretera... Era un motel normal, sin muchas comodidades, mobiliario escaso y un tanto pasado de moda... Soltaron las maletas... Carol se fue hacia el cuarto de baño... Se miró al espejo y angustiada quedó paralizada ante él... No sabía cómo actuar... Ahí tenía al hombre de su vida, el gran amor y ella no sabía cómo actuar... Comentar la realidad de la situación era muy difícil, y sobre todo en las circunstancias en que se había producido... Con un toque de carmín en los labios y un ligero cepillado, se envalentonó ante el espejo, y con aire aparentemente resolutivo se encaminó hacia la confesión más dura que jamás tuvo que hacer en su vida... Fue hacia su gran amor... Se dirigió hacia el comienzo de su nueva vida: Mario... No sabía por dónde empezar, así que se sentó en la cama, tomó aire profundamente, esperó unos segundos y llamó a Mario para que tomara asiento a su lado... Mario, que estaba ensimismado en un objeto decorativo de la habitación, dio media vuelta y tras una pausa, que se hizo eterna para Carol, decidió acercarse hasta la cama... Tras una mirada dulce y una ligera palmada de Carol en la cama... Mario se sentó... Miró a los ojos de Carol, pidiendo explicaciones... Carol lo único que hizo entonces fue acariciar a Mario la mejilla y decirle: “Perdóname”... “¿Porqué?”... Dijo Mario con cara de melancolía... “No fuiste tú, aunque les distes informes, y si ahora estás aquí es porque no participas de sus planes” “Por cierto, ¿porqué estamos aquí?”...

“Mario escúchame bien, presta atención... Sobre todo escúchame muy atentamente” “Estás... Estamos en peligro... Nos están buscando... Saben que estás vivo... Que sus planes se han ido al traste... Están muy furiosos y vienen a por todas... Mario se levantó lleno de rabia... Tiró objetos al suelo, con rabia y furia desatada... No sabía... No entendía el porqué de la situación... Carol lloraba amargamente, impotente, se sentía despreciable... En un arranque instintivo se acercó a él y lo acarició... abrazándose fuertemente a él... Mario comenzó a sentir de nuevo aquellos sentimientos soterrados por los efectos de los medicamentos... Allí le vinieron recuerdos pasados, Leire, Luisa... Luisa, Leire... Se echó a llorar como un niño... Carol le dio media vuelta y le besó dulcemente en los labios... Como lo haría una madre con su hijo que sufre... Poco a poco lo llevó hasta la cama... Lo desnudó y lo metió en la cama... Mario, desde la cama tendió la mano a Carol, y ésta desnudándose se acostó junto a él... Mario volvió a sentirse vivo de nuevo, y feliz se durmió... Carol, entre sollozos también silenció su cuerpo... Ambos durmieron pegados, unidos... Aquello comenzaba a tomar sentido... Aunque aún estaba muy lejos de funcionar todo como la seda... Pasaron 18 horas durmiendo, tal vez porque los dos necesitaban descanso y sobre todo porque se necesitaban mutuamente... Eran las doce de la mañana, cuando Mario se levantó, dirigiéndose al cuarto de baño... Se metió en la bañera y dejó que el agua de la ducha recorriera su cuerpo...

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