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Calavera Infernal

Derivando (17)

Derivando (17) Mario y Leire se quedaron pensativos, no volvieron a hablar del asunto, “Les llamaremos”, fueron las últimas palabras de la pretendida Carol Parker antes de cruzar el dintel de la puerta.

Mario, por aquel entonces había cogido la costumbre de chatear, cuando se cansaba mucho de su trabajo... A él como profesional, no le gustaba eso... Lo consideraba una bobada, pero se encontró con gente muy interesante, y poco a poco se fue enganchando... Al final no sabía si se sentaba al ordenador para trabajar o para chatear.

Había coincidido varias veces con Sílfide (Carol) él no sabía quien era, pero nuestra amiga Carol sí, y jugaba muy bien con ello... Mantenían unas conversaciones en el Chat muy personales e incluso entrado el tiempo llegaron a declararse su amor... Todo esto se mantenía bajo el más estricto secreto, nadie sabía quiénes eran y de dónde, salvo cuando se intimaba mucho... Mario llegó a intimar, aunque él no lo reconociera, con Sílfide...

Los días iban pasando, más largos si cabe cada día, Leire observaba la psicología de las personas que jugaban a esos "diabólicos juegos" (como ella los había llamado alguna vez)
y había logrado entender, captar muchos de esos lados oscuros de Mario... Las noches volvían a ser placenteras, y Mario gozaba aún más de su relación con Leire que nunca... Incluso había descubierto que las relaciones duraderas no debían ser tan malas y perjudiciales...

Una mañana, cuando salían los dos a correr, vieron como Carol se había acercado a un bar para tomar algo... Mario no pudo por menos de admirar su belleza, con unos pantalones ajustados y melena al viento... Era toda una diosa...

“Mira, la americana”, “¿qué hace ya por aquí, no dijo que llamaría?”, ”yo qué sé, estos yanquis...” (replicó Mario con ojos encendidos)
Se acercaron a ella, “Carol, ¿venías a vernos?”, “¡Ehmmmm!, no, la verdad es que tenemos otro contacto en este barrio y venía a entrevistarlo...”, Leire dudó “cincuenta seleccionados en el país y curiosamente dos viven en el mismo barrio, “cágate lorito”. Se ve que el clima los cría, ¿no?, o será el burguer nuevo que han abierto, o esto de las radiaciones, o el agua, qué cosas...”.

Mario se fijó mucho menos en la extraña coincidencia que en las caderas de la americana. “...increíble, es increíble, Mario, cincuenta, ¿me oyes? En un país de cincuenta... millones de habitantes y hay dos que son vecinos, no me jodas, anda. Esa tía es rara, y luego ¿cómo sabe que trabajas en casa?, ¿se lo ha dicho un pajarito? A lo mejor es de la CIA o algo, o rusa, que esa gente trabaja con satélites y rollos de ésos y está en todas partes, tienen el don de la ubicuidad. Yo no sé, pero me huele raro todo esto......”.
“......Sí, cielo; claro; si es cierto; son muy raros, sí; no seas boba, la CIA; sí, amor; es raro.....”

Mario sólo podía pensar en la tal Carol... “si es que me recuerda al “Mago de Oz”... y su pelo es el camino de baldosas amarillas... -suspiro”.

Leire, andaba ya con la mosca detrás de la oreja, ella comenzaba a sentir una cierta curiosidad por parte de Carol hacia Mario, ella no quiso insistir más en el tema y corriendo se fueron los dos hasta la playa, como todos los días...

En la playa se encontraron a un compañero de Mario, que le comunicó la urgencia que tenía en verle... Su trabajo le necesitaba “Ayer”... Mario se disculpó con un suave y dulce beso de Leire, marchándose con su compañero en dirección contraria a la de Leire...

Después de haber solventado los problemas de la empresa, Mario se fue a su bar habitual, allí estaba el camarero para prepararle su Martíni blanco con una aceituna... Mientras el camarero se lo preparaba se fue hacia el servicio... (En esos momentos íntimos en los que todas las personas estamos, de vez en cuando), se acercó alguien por detrás y lo asaltó... Era Carol, que frotándose muy libidinosamente, comenzó a calentar el ambiente en el servicio de caballeros... En un “abrir y cerrar de ojos” Mario y Carol estaban poseyéndose como auténticas bestias... El olor decadente de los servicios calentaba mucho a Carol, lo cual no sabía en aquéllos momentos Mario...

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