Lamentos de vida

Aún recuerdo la mirada perdida de mi perro, a punto de morir. Esa mirada acompañada del gemido lastimero que me encogía el alma cada día un poquito más.
Arrinconado, esperando la calma. Ese momento de quietud para siempre.
Yo le acariciaba, me tumbaba en el suelo junto a él, apoyando mi cara en su cuello. Le oía respirar, lento, pausado.
A veces veía en sus ojos esa necesidad de libertad, y movía momentáneamente el rabo mientras se acercaba a mí acariciándome con el hocico. Atrás habían quedado los juegos, las carreras y las cacerías de gallinas por el campo.
Y ahora, un suceso más vivo, más atronador. Veo a mi padre, cuidando de mi abuela.
Llorando los minutos de vida que aún resonaban en su cuerpo. Acunando a aquella que le dio la vida. Acompañándola, llenándola de esa ternura perteneciente a los que conocen que el tiempo ha de acabar algún día. Velando cada minuto compartido con ella, invirtiendo los roles establecidos tiempo atrás.
Ella, entre estertores, a veces miraba plácida a los ojos. Y el llanto, se tornaba en una gratitud mutua.
9 comentarios
Shenka -
Pablo A. -
Shenka -
Buenas noches a ti también desde tu cálido hogar. :)
Shenka -
Muchos besos.
Infierno -
Merche -
Saludos
MalSapo -
Shenka -
NOFRET -
Besos.