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Calavera Infernal

Derivando (9)

Derivando (9) Ya no lo observaba como espectador, ahora le dolía el brazo cuando se hallaba tirado en medio del asfalto con el filo brillando entre sus manos y con un rostro desencajado de animal degollado frente a él, una plañidera a sus espaldas y la luna allá arriba, observando hipócrita el desenlace.

Leire no lo sentía sudar a su lado, dormía tranquila. Todo está ya solucionado, pensaba, las cosas van a ir a mejor, seguro, no puede ser de otra manera. Después de todo habían superado la mala racha y seguían unidos, lo que depare el futuro está hecho, ya están las cartas sobre la mesa y todas son buenas, el caballo de copas frente a la sota de oros, las espadas y los bastos ya quedaron atrás, ahora no hay más que oros, Mario, oros y una gran copa llena de sueños.

Él sabía que lo tenían controlado, que lo observaban de alguna manera, que seguían sus pasos y que tarde o temprano darían la cara. “Sigue durmiendo, querida, que no es nada”.

Aun así le preocupaba esos cambios de humor que tenía Mario, no podía soportar verle sufrir así... Las salidas al campo y a la playa eran cada vez más numerosas, habían hecho un pacto, no hablado, mediante el cual se iban a dedicar más tiempo para ellos...

Qué felicidad, poder retozar en esos campos y sentir la esencia natural en los cuerpos de Mario y Leire... Y qué decir de esos baños nocturnos a la luz de la luna o las estrellas, desnudos, jugando como dos chiquillos y amándose... Los espíritus de ambos estaban más unidos que nunca.

La noche era calurosa, si cabe más calurosa que las anteriores, y era el mes de septiembre, los últimos estertores del verano... Verano que se resistía a marcharse, dejando paso a ese otoño melancólico y triste, pero tan querido por los amantes tremendamente enamorados... Leire iba vestida con un vestido gaseoso que dejaba adivinar todas las curvas, Mario se había colocado una camiseta vaporosa y unos “chinos”, con “bambas” en los pies... Fueron al restaurante al lado de la playa, ése que hacía unos fritos tan ricos... Allí durante la cena, se juraron amor eterno... El sitio era ideal, música suave, luces en penumbra y esa brisa del mar que refrescaba el ambiente, Leire no podía soportar tanta alegría, era la Felicidad personificada... Mario comenzó a sudar, Leire se fijó y le preguntó qué le sucedía... Él le dijo que no pasaba nada, será la comida (dijo) Pero él sabía que era el momento, el momento de vengar a Luisa... Su asesino rondaba por ése lugar, aunque él no lo podía ver...

Había intuido una mirada extraña por detrás de esos cristales que servían de escaparate. Rondaba cerca, lo sentía respirar a su lado.
Salieron del restaurante, Mario, muy nervioso, le dijo a Leire que se adelantara al coche, que se le había olvidado la cartera, el tabaco o algo sobre la mesa. Leire supo en ese instante de qué se trataba, “No irás” “Leire, te estoy diciendo que te vayas al coche” “No me puedes hacer esto”.
Leire se encaminó a la calle paralela en donde estaba aparcado...

(continúa)

3 comentarios

Mulú -

Y?????????
ufaaaaaaaaa, cuándo termina?
misma hora, mismo canal?
un besote y taré atenta pa la continuación
La Mullighan

Jimul -

Yo siempre soy muy atento con mis seguidores (eso sí es una dósis más corta, de finde, vamos)

white -

menos mal que te has apiadado y hoy también hay capítulo.