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Calavera Infernal

Derivando (29)

Derivando (29) Mario y Carol se miraron profundamente... Sólo con la mirada ya averiguaron los dos lo pensamientos de cada uno, sus objeciones y su aceptación final... El final de la guerra ya estaba en marcha... Ambos se fueron a la cama y allí sellaron el final de su plan... Mario había alcanzado el equilibrio pleno, si es que algún ser humano alcanza en vida dicho equilibrio... Por fin tenía un motivo por el que luchar, y no era superfluo ni sumamente trascendental... Era muy primario, directo y objetivo... Por fin había averiguado lo que era vivir...

Noviembre se acercaba con las primeras nieblas, Carol se había recuperado, al menos externamente, puesto que en el interior todavía ardía esa especie de vacío ardiente que produce la ausencia de un ser querido... Mario por otra parte se había aficionado a la química; intercambiaba información sobre sustancias químicas... La urgente necesidad para sus planes le había llegado a adentrarse en la red, buscando y hurgando en todos aquellos lugares que le ofrecieran la información que él deseaba... Carol no deseaba participar en las acciones de Mario, aunque las apoyaba firmemente... Mientras tanto, Mario proseguía con sus paseos en solitario, por los alrededores de aquel encantador y pacífico lugar, combinando sus datos cibernéticos con la belleza campestre de aquel lugar... Carol, por el contrario, seguía ultimando detalles de la decoración, quizás estuviera preparando la casa para una situación muy especial... Se sentía incómoda, no podía imaginarse que hubiera llegado a aquélla situación, sin embargo el plan había que seguirlo hasta el final, era preciso y necesario... De lo contrario, ¿qué contrario?, no había segundas opciones o planes... Estas contradicciones internas le duraron gran parte del mes de noviembre...

El mes de diciembre era más frío y plomizo aún de lo que habían pronosticado los peores augurios, incluso los viejos del lugar no recordaban un inicio de diciembre tan crudo... Mario y Carol, poco a poco se fueron refugiando en su casa, en la guarida, ese dulce y acogedor escondite en el que la más desagradable realidad era amortiguada por la sensación de paz que transmitía las personas que habitaban en ella... El día 4 de diciembre ya estaba todo terminado, rematado y atado, muy bien atado... Mario se acercó a Carol, que estaba fregando los utensilios de cocina, le dio la vuelta, la miró a los ojos y le dijo: “Cuando quieras, el plan ya está preparado, y a mí me gustaría llevarlo a la práctica cuanto antes”... Carol lo miró fijamente no queriendo reconocer que había llegado el momento y sólo supo decir “Necesito un poco más de tiempo”... Mario en lo más profundo de su ser la entendió perfectamente, (él tampoco estaba seguro) la abrazó y susurrando le dijo “Cuando quieras, mi amor... cuando quieras”...

A la mañana siguiente, Carol se despertó mucho antes que Mario, recorrió toda la casa, fijándose en cada uno de los detalles, respirando cada uno de los olores que emitía aquella casa, desnuda, atravesó un momento el patio; tomó una bocanada de aire, cerró los ojos y susurró: “Ya es tiempo”... Fue hacia donde yacía su compañero en la cama, ajeno a los pensamientos de Carol... lo miró tiernamente, acariciándole la cabeza, Mario medio dormido sonrió... “Mario tenemos muchas cosas que hacer todavía, levántate”... “mmmm... ¿qué sucede?” replicó remoloneando... “Mi respuesta es que ya es hora de que te levantes, aún quedan cosas por hacer”... Mario despertó inmediatamente, la miró fijamente, Carol le respondió con una suave sonrisa que ocultaba un amargo sabor de pérdida...

Ese mismo día se pusieron manos a la obra preparando la escenografía y ultimando detalles... Mario por una vez decidió olvidarse de las prohibiciones de “su religión” acerca de las tareas domésticas y ayudó a Carol a decorar el entorno. Se trataba de una representación y todo tenía que estar a la altura del guión, no debía tener ningún fallo... SE LO JUGABAN TODO... Retiraron todos los muebles del salón-comedor llevándolos a otras estancias y apilándolos ordenadamente, comenzaron la redecoración... El comedor estaba vacío, Mario y Carol se miraron; les esperaba un trabajo arduo pero muy interesante...

Primero se dedicaron a los detalles de la intendencia, colocando una cantidad importante de leña para quemar al lado de la chimenea, luego fueron colocando soportes labrados estratégicamente para tener puntos de luz definidos, no obstante la iluminación se sustituiría por luz de velas. Por último colocaron la mesa, la cual serviría para degustar los manjares... Todo la escena fue cubierta por cojines de colores suaves: suaves, finos y muy acogedores; estos elementos sustituían a las frías sillas y sillones, decididamente el comedor se había convertido en una estancia de un palacio de “Las Mil y una noches”...

Agotados pero muy satisfechos por el trabajo se fueron a comer... Fue una comida en silencio, sin ningún tipo de sonido, ni tan siquiera música, acaso alguna sonrisa, una caricia... Se estaban preparando para LA GRAN REPRESENTACIÓN... El segundo tema era preparar el utillaje utilizado para ese momento tan esperado... Después de fregar todos los útiles de la comida, Carol comenzó a sacar de la habitación cajas y cajas de loza... “Ayúdame, me quedan algunas por sacar” comentó con dulce firmeza Carol... A Mario todo aquello le comenzaba a resultar excesivo, por fin le había llegado la hora de trabajar en serio en las labores domésticas de la casa, una vez desplegada toda la loza fuera de las cajas de embalaje y lavada concienzudamente, Mario se dedicaba a secarla y abrillantarla con un trapo... Al principio le resultaba divertido, pero el aburrimiento intentaba colarse en su ánimo, Carol lo miraba, sonriendo amablemente, ella sabía lo poco acostumbrado que estaba a ese tipo de tareas... De vez en cuando le hacía bromas, para hacer más llevaderas esas tareas que en el fondo tanto odiaba Mario... Tras una tarde de limpieza y ordenamiento de la casa, ambos se sentaron al lado de la lumbre...
(continúa)

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