Blogia
Calavera Infernal

Derivando (19)

Derivando (19) Leire por su parte se enganchaba más al trabajo de Mario... Comenzaba a disfrutar con aquéllas situaciones prebélicas... Y aquél rollito que se traía el personaje/personajes virtuales... La verdad es que ella fantaseaba también algunas veces con las historias e incluso se dejaba atrapar por ellas...

Mario estaba manteniendo una conversación muy privada con Sílfide, cuando fue interrumpido por Leire, preguntándole acerca de las características de uno de los personajes de su juego... Mario inconscientemente se asustó, cerrando el ordenador... "Pero bueno, y esas reacciones, ¿qué te ocurre?... Pero mira que es tonto Mi Pocholo... Y acariciándole el cuello, poco a poco, Mario comenzó a relajarse, a disfrutar de la presencia de Leire... Y como siempre terminaron amándose, y mandando el trabajo a la otra parte de la casa... Y allí es donde Mario comenzó a fantasear más que de costumbre con Leire... Leire se extrañaba de sus nuevas fantasías pero le gustaban y se dejaba llevar...

Cómo iba ella a suponer lo que por esa cabeza estaba pasando. Mario no era consciente de con quien estaba, simplemente no podía dejar de pensar en las caderas y las manos de la americana, que reflejaban de manera extraña las fantasías que corrían por su mente cuando hablaba con su affaire chatero.
Una extraña relación entre las dos mujeres, algo sin nombre entreveía Mario, algo a lo que no era capaz de poner nombre, pero, sin duda alguna, ambas estaban hechas de la misma pasta, compartían ciertos caracteres difícilmente definibles. “Qué chorrada... Sería una tremenda coincidencia... Un desmadre... No es posible”.

Sin embargo Leire pensaba que todos los sentidos de Mario estaban ahora puestos en su cuerpo. Creía ser el centro de atención de su amante, y no era capaz de intuir que la cintura que abrazaba Mario no era la suya, ni los labios que besaba le pertenecían, ni siquiera su rostro era el que él buscaba.

Qué horror al oír esas palabras, “Dorothy”, una piedra que cayó en lo más profundo del corazón de Leire, la cual continuó como si nada, intentando no darle más importancia de la que tenía, una lágrima rodó por su rostro.

Mario continuaba, continuaba abrazando y amando a aquella sucesión de mujeres: Luisa, Leire, Dorothy-Carol-Sílfide... Su cerebro sufría cortes y por él brotaban varias nombres... Leire aguantaba como podía... Sudorosos, como siempre acabaron los cuerpos tumbados en aquella cama, que antaño había guardado amor y fidelidad, y ahora en élla sólo había caos y desorden... Leire lloró... Lloró profunda y amargamente... Mario como un payaso había quedado en la cama, sus lágrimas no salían, pero lloraba por dentro... No era capaz de saber nada... Sentía pero no sabía, Ni qué... Ni cómo... Ni porqué... Su confusión era tal que cualquier solución que le hubiesen dado en ese momento la hubiera aceptado: Cualquiera...

Carol por su parte deambulaba por la habitación de su apartamento, desnuda... Comenzaba a dar vueltas por su extraña cabeza la idea de asentarse en un lugar y ser una mujer vulgar y corriente... Ya no le entusiasmaba la idea de intrigar y espiar y desmantelar proyectos para terceros... Y con Mario empezaba a darse cuenta de que algo había cambiado ya en su vida, o que por lo menos, comenzaba a cambiar... Este sería su último trabajo, quizás ni tan siquiera lo terminara... Pero ya se sabe Uno propone y los Jefes Disponen... En éstas estaba cuando sonó el tfno... Sin ganas lo cogió... Eran sus jefes habían ordenado un completo informe acerca del individuo y que entrara en contacto con él... Pero ya era demasiado tarde... Era muy tarde para abandonar el trabajo... Estaba demasiado involucrada...

Se fue a la cama, triste, agarró la almohada simulando ser Mario, y entre sollozos se durmió...

Leire se levantó temprano, no quería ni mirar a su amante, entró en el baño, lavó su rostro con agua y jabón, miró el gesto en el espejo. No se reconoció.

Trató de recordar paso a paso la noche anterior, sus manos en el lavabo se frotaban trémulas, blanquísimas como su cuerpo desnudo frente a esa luna de agua que la rechazaba. Observó las ojeras, las pequeñas bolsas de los ojos que surgieron a causa de tantas lágrimas, los labios restregados, gastados, su cuerpo confundido, su cuello besado por un desconocido, su sexo desgajado, sus pechos, que retenían el sudor de una noche de anonimato. Tres moratones en la cintura de unos dedos ajenos.
La ducha no difuminó la sensación de suciedad. Qué sucia, qué sucia se sentía, qué usada, vejada, víctima de un abuso permitido, objeto de pasiones ajenas. Cayó al fondo de la bañera, a ese espacio mojado y se sintió pequeña.

1 comentario

white -

leire no desesperes, aunque lo creas no estas sola (o eso espero)