Derivando (8)

La relación empezó a marchar bien, o lo que se puede llamar bien en determinadas situaciones. Para Leire, el hecho de que Mario volviera a dirigirle la mirada y le dedicara de vez en cuando alguna sonrisa ya era algo maravilloso e incomparablemente hermoso.
Mario, por su parte, continuaba liado en sus cosas, con su ordenador, sus programas y sus historias absolutamente incomprensibles para Leire, que lo observaba curiosa por encima del periódico.
Mario continuaba teniendo esos sueños extraños que lo asaltaban a altas horas de la noche. Cada vez más nítidos, más claros, los rostros perfectamente dibujados y los movimientos sincronizados, siempre los mismos, siempre igual. La escena se desarrollaba siempre de la misma manera.
Era de noche, peleaba con otro hombre bastante más corpulento que él, el cual sacaba una navaja e intentaba pinchar a Mario, éste se revuelve y la navaja cae al suelo, una tercera persona la coge y se la pasa a Mario, quien consigue herir a su rival, fin del sueño, Mario cae al suelo, no está muerto, está muy cansado.
Cada noche igual, ¿todas y cada una de las noches de su vida ha de soportar este martirio?.
Por el día la situación se suavizaba, Mario y Leire comenzaron a acercarse más, a planear salidas y a proponerse nuevas actividades.
El sábado por la noche cenaron en un restaurante muy bueno (y muy caro), una cena romántica de las que tanto le gustaban a Leire: vino tinto... perfecto... la música ideal y las velitas primorosas incandescentes. Una noche idílica para la parejita recién reconciliada... Nada podía salir mal.
Aquella noche iba a ser la noche, y todo estaba previsto para que lo fuera, después de una maravillosa cena se fueron al lugar más mágico de la ciudad, allí tomaron unas copas, para luego aterrizar a la luz de la luna en la playa... No había nadie, estaba vacía, sólo ellos, escogieron un lugar apartado y allí iniciaron su reconciliación... La verdad es que Mario tardó, pero la elección de los lugares fue maravillosa... Leire estaba feliz, aquello era la gloria... Leire con mucho cuidado se fue acercando poco a poco a Mario, con su táctica suave y envolvente hizo reavivar en Mario sentimientos que había dejado olvidados... Se fueron quitando poco a poco las vestimentas, que le estorbaban en ese momento... Sus cuerpos comenzaron a unirse rozándose poco a poco al principio, convirtiéndose en uno... Leire saboreaba cada uno de los momentos ralentizándolos al máximo... Mario por su parte comenzaba a olvidarse de todos los sucesos acaecidos anteriormente... Gozaron y se amaron... Amaron y gozaron, y se quedaron profundamente dormidos en aquel paraje idílico... Mario comenzó de nuevo a tener pesadillas, el sueño reincidente, Leire se asustó, el sueño había sido más profundo, casi real... Despertó a Mario e intentó abrazarlo, pero él sólo quería pensar estar solo... Se acercó al borde del paraje, el mar embravecido le llamaba incesantemente... Mario explotó en un lloro profundo y amargo... Un lloro de impotencia... Por fin había terminado de reventar su fantasma, o al menos así lo creía Leire, que poco a poco se fue acercando a él, con esa piel delicada y suave, le abrazó por detrás, acariciándole como ella sabía, y agarrándolo de una de las manos tiró de él hacia la playa... Mario al principio estaba receloso, pero Leire utilizó todos sus encantos y Mario, atrapado por la personalidad de Leire, se rindió a sus encantos y fue tras ella... Juntos se bañaron en el mar, hasta que unos pescadores interrumpieron su maravilloso baño, con juergas y comentarios un tanto picantes, nadaron hasta su habitación y allí con su último beso sellaron el alto el fuego.
Era especialmente agradable para ambos esta nueva situación. Se adaptaron rápidamente, como si nunca hubiera ocurrido nada malo, como si nunca hubiera existido el muro que los separara. Y era hermoso pensar que de nuevo estaban juntos y que ya nada podría separarlos.
Mario volvió, con tranquilidad, a sus asuntos tecnológicos, prestándole a ella todo el tiempo que necesitaba para sus paseos, para sus caricias y esas películas francesas que él nunca entendía.
Leire, por su parte, estaba pletórica. Ya nada más puede separarnos, Mario, hemos pasado lo peor, mi niño, y seguimos juntos, ya nada malo hay que pueda con nosotros, y Mario la miraba con un resquicio de desconfianza en los ojos, de alguna manera sabía que esto no había terminado, que lo peor estaba por llegar, y Leire era tan ingenua que no se daba cuenta, no percibía esa sensación que a Mario lo embargaba a través de todos los poros de su cuerpo.
Los sueños se fueron espaciando, ya no los sufría tan a menudo, pero cuando acaecían eran completamente reales, ahora no era un teatro que se mostraba ante él, era Mario uno de los participantes de carne y hueso en esa trifulca.
(continúa)
4 comentarios
white -
Bueno, si no hay otro remedio esperaré.
guanachinerfe -
Jimul -
guanachinefe -