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Calavera Infernal

Un día muy importante (yo y mis juegos...)

Un día muy importante (yo y mis juegos...) Valeria se fue a la cama más tarde que de costumbre ese día. Sin embargo, no conseguía conciliar el sueño. Su jefe le había prometido un importante ascenso si lograba cerrar el trato con los japoneses en la compra de los terrenos a su cargo. Y mañana era el gran día. Ya tenía todo planeado, cómo iniciaría la charla, debería sonar serena y relajada. Luego, sutilmente se aseguraría de mostrarles a los extranjeros todas los beneficios que el negocio les acarrearía. Y finalmente, pactaría el precio. De eso dependía todo, de que lograra un buen precio.
Valeria estaba casi segura de que lograría cerrar un buen negocio y, aunque no quería hacer planes aún, no podía evitarlo y por momentos su mente divagaba imaginando lo que sería su vida como vicedirectora de la sucursal más importante de la empresa. No había sido pura suerte, si bien un tío bien posicionado le había conseguido el empleo once años atrás. Había estudiado administración de empresas durante ocho años, se había graduado con honores gracias a todos esos años de estudios ininterrumpidos, sin permitirse distracciones que la alejaran de su objetivo. Había hecho cursos de post grado hasta llenar un largo currículum vitae que le había permitido, finalmente, estar a los treinta y ocho años a punto de convertirse en vicedirectora de una de las empresas más importantes de la región. Valeria se hallaba con su autoestima por las nubes. No podía dejar de felicitarse a sí misma por todos esos años de duro trabajo y por su férrea voluntad. Ya habría tiempo luego para formar una familia y todo eso que tan sin cuidado la había tenido hasta ahora. Ya lo había hablado con su novio, y ambos estaban de acuerdo en esperar a lograr el mayor éxito posible en sus carreras antes de casarse. Valeria sabía que tal vez ya no le quedaba mucho tiempo para niños, pero ni ella ni su novio tenían objeción a la adopción. Y, con su situación económico-laboral, sabía que no tendrían problema en conseguir un bebé tan rápido como quisieran.
Todos los detalles del trato con los japoneses ya estaban tan pulidos que no había absolutamente más nada que pensar, así que Valeria decidió ocuparse de cosas menos importantes, y algo más gratificantes, como la ropa que usaría al día siguiente. Con los ojos abiertos como dos huevos, y sin el menor atisbo de sueño, se levantó de la cama. No, la falda marfil era algo corta, la azul marino le daría un aspecto más serio, y combinaba perfectamente con la camisa blanca que había lavado y planchado tan cuidadosamente. Se dirigió al ropero, sacó la falda azul y la llevó a la cocina para plancharla. Mientras repasaba cuidadosamente la fina tela, no pudo evitar una sonrisa: seguramente, sería una de las últimas veces que se ocuparía de las tareas de la casa. En cuanto recibiera su primer sueldo de vicedirectora, contrataría una empleada para tales menesteres.
Pero no podía sacarse de la cabeza a los condenados chinos... o japoneses, lo que fuera. Le preocupaba que el traductor no cumpliera bien con su trabajo. Había hablado con él reiterándole hasta hartarlo la importancia de traducir sus palabras con la mayor exactitud posible. Sintió el impulso de un llamado nocturno a Enrique, su novio, para una última conversación antes de su gran día. Miró el reloj: las dos y cuarenta de la mañana. No, no podía ser tan pesada, lo llamaría al día siguiente, cuando ya todo estuviera arreglado. Un escalofrío recorrió su espalda ¿y si salía mal?¿Y si los japoneses no aceptaban el trato? Valeria sacudió la cabeza, y oyó un ligero cric en su cuello. Tenía que relajarse un poco. Llenó la bañera con agua bien caliente y se sumergió, sintiendo todo su cuerpo aflojarse como una gelatina. El suave temblor de sus manos desapareció y, finalmente, se sintió lista para dormir lo poco que le quedaba de noche. Su cuerpo se acomodó en las sábanas de raso y, a los pocos minutos, cayó en un profundo sueño.
El despertador no fue necesario, Valeria ya estaba despierta media hora antes de que sonara. Luego de repasar por vigésima vez todos los papeles y documentos y acomodarlos en su portafolios, se tomó una hora para maquillarse cuidadosamente, acomodar su cabello y vestirse, decidiéndose finalmente por la falda marfil (nada le quedaba mejor). El teléfono sonó justo cuando se disponía a salir.
-Hola, Vale ¿ya vas a ver a los ponjas?- sonó la voz de Enrique en el teléfono.
-Estaba saliendo... - respondió algo nerviosa, lo último que quería era llegar tarde.
-¡Ah!, bueno, ¿salimos a cenar esta noche?
-No sé, esperá, dejame ver cómo sale todo... - su novio había logrado ponerla más nerviosa de lo que ya estaba. Él lo captó enseguida y la dejó en paz con su estrés.
-Bueno, después llamame, beso, chau.
Valeria se subió a su auto y manejó lo más aprisa que pudo hasta el lugar; a pesar de todos los recaudos tomados, iba quince minutos retrasada.
Por fin llegó al sitio acordado, y le volvió el alma al cuerpo al ver que los extranjeros aún no habían llegado, pero reconoció enseguida el auto de Juan, el traductor.
-Ya creía que no llegabas... - le dijo el hombre sin enfado. Eran buenos compañeros.
-Sí, no sé qué hice, se me pasó la hora...
-Mirá, me parece que allá vienen...
Un brillante Mercedes estacionó cerca de ellos, y de él bajaron cuatro japoneses vestidos de impecables trajes y tan acicalados que, uno de ellos, hasta logró impactar a Valeria en una forma que no lo hubiera imaginado.
-No está mal el ponja.... pensó risueña, pero enseguida sus instintos desaparecieron, dejándola nuevamente presa de sus bien disimulados nervios crispados.
Luego de los correspondientes saludos, se dirigieron a los terrenos y Valeria comenzó, con su más segura y agradable expresión, a dar el discurso introductorio, mientras Juan traducía en las pausas, cuidadosamente estudiadas.
Bastante molesta, Valeria notó de pronto que uno de los extranjeros no le estaba prestando la menor atención, en vez, miraba hacia el cielo como un idiota. El tipo seguía mirando, y dijo algo en japonés a uno de sus compañeros, que también se puso a mirar para arriba.
-¿Qué dice?- preguntó exasperada Valeria a Juan por lo bajo- ¡No me están dando ni bola!¡Estos chinos son más raros que....

Al día siguiente, un pequeño titular en el diario, en la sección de curiosidades, informaba la caída de un aerolito de enormes dimensiones en unos terrenos vacíos.
Tres días después, un titular en primera plana anunciaba que los cuerpos de cuatro extranjeros y dos empresarios locales, que eran intensamente buscados desde hacía dos días, habían sido hallados bajo el aerolito.

5 comentarios

NOFRET -

Gracias Espumilla! es que tenía que acabar con algunas piedras cayendo del cielo para corresponder a la imagen, y no se me ocurrió nada mejor que un aerolito! :P
Besos!

Espuma -

je,je,je ¡sorpresivo final, Nofret! no me lo esperaba.

me ha encantado, guapa. :)

NOFRET -

Gracias Jimul!
Me doy cuenta que es un poco largo, es que a veces los textos no se pueden resumir más sin que pierdan toda gracia. (si es que tiene alguna! ja!)
Besos!

Jimul -

Sencillamente genial... Como todo lo tuyo... Minucioso y exacto hasta los restos... Felicidades de nuevo. Se nota que has jugado mucho a esto

NOFRET -

Jimuuuul! ponle la imagen que no sé cómo se hace.
Ah! y léelo! jeje! :P