18/04/2005

Así que se hizo el ánimo y se lo tomó como un ejercicio de relajación el tomar el metro, hacía mucho tiempo que no subía en metro, años, siglos.....la verdad es que sólo subió en metro el día que lo inauguraron en Valencia, y lo hizo por pura curiosidad, aquello costó construir más o menos como la capilla Sixtina. Llegó a la boca del metro, inspiró hondo y se dispuso a bajar a aquel submundo.
¡Que emoción! ¡Que experiencia! ¡Que remedio!...hasta el lunes no podía llevar el coche al taller. Bernard era un hombre chispeante, observador y disfrutaba con las cosas más sencillas, y en el momento que bajó al metro estaba disfrutando como un niño de todo lo que le rodeaba. Pensaba de forma jocosa las cosas que podían hacerse en un tren dentro de un túnel, aislados temporalmente del mundo hasta llegar a la próxima estación.
Cuando el aburrimiento hizo presa en él, aproximadamente eso fue en la segunda parada, decidió dedicarse a mirar a la gente que había en el vagón, sus cuerpos, sus expresiones, sus miradas, algún culo. Aquello era tremendamente divertido, la gente se ignoraba y si notaba que la miraban desviaban la vista. Por consiguiente, el juego ahora era encontrar a alguien que le aguantara la mirada más de dos segundos. Bernard lo intento primero con un señor bien vestido que tenía delante de él, el cruce de miradas duró apenas un segundo y la situación fue incomoda porque se hizo patente la supuesta homosexualidad de Bernard.
Buscó una nueva víctima para su inocente juego, esta vez estaba buscando a una mujer, la encontró enseguida, tres asientos más a su derecha. Estaba sentada, la analizó minuciosamente, una mujer relajada, abstraída en sus pensamientos, ausente del ambiente que la rodeaba, la miró, le gustaba, sí, le gustaba mucho. Pensó que si no se decidía a mirarlo iba a disfrutar el resto del trayecto recreándose aquella hermosa mujer, pero no fue así, la mujer se sintió observada y giró levemente la cabeza. Ya no estaba tan relajada.
Volvió a girar otra vez levemente la cabeza, pero no llegó a mirar a Bernard. Hasta que por fin giró la cabeza como la niña del exorcista, sin mover el tronco y se quedó mirando fijamente a Bernard que bajo la mirada a la velocidad de la luz. Bernard se quedó pensativo, sintió un sudor frío por la espalda, como una mujer tan bonita podía tener una mirada tan fría, cuando levanto la vista ella le estaba mirando con la misma tranquilidad que tenía antes, sin ningún pudor, observando a Bernard detenidamente.
Se sintió aliviado. El juego seguía, y los dos segundos estaban más que superados, en menos de una estación recorrió su cuello, sus pechos, sus caderas, sus piernas, notó en la distancia la suavidad de su piel. Disfrutó del brillo de sus ojos, aquellos ojos de gata que en un principio le atemorizaron, hasta que de repente se levantó y bajó en la siguiente estación.
A Bernard le costó reaccionar, se iba su compañera de juego, quizás no volvería a verla más, se asomó a la ventanilla del tren intentando localizarla entre la gente, allí estaba en el andén, sus miradas volvieron a cruzarse y ella le hizo un pequeño guiño acompañado de una tímida sonrisa mientras el tren se alejaba.
2:43:57, Bernard ha perdido, la cara de aquella mujer se desdibuja en su memoria. No consigue recordarla.
7 comentarios
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Felicidades.:)
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Pablo -