Diferentes conceptos de Microrrelato.

El microrrelato, por tanto, será aquella textualidad que presenta estas características: su brevedad extrema, secuencia narrativa incompleta, lenguaje preciso, muchas veces poético. Su carácter transtextual lo proyecta hacia otros discursos de manera implícita o explícita. Su final abrupto, impredecible, pero abierto a múltiples interpretaciones, impone una lectura que incide en el desarrollo de la imaginación y del pensamiento exigiendo un lector modelo que recree el contexto de este microcosmos narrativo (María Isabel Larrea). En palabras más prosaicas, sin nos lanzamos a las aguas de esta forma superbreve, la inmersión será inmediata, instantánea, para bucear, entonces, en lo desconocido, dejándose llevar por la corriente. Cuando uno comienza el buceo en el microrrelato género del tercer milenio, al decir de Lauro Zavala-, percibe como lector que esta forma discursiva tiene un carácter pragmático que está teñida por la ironía, la irreverencia y la transgresión; el humor escéptico, el doble sentido y el absurdo campean en las aguas del relato hiperbreve, incitando al lector a que haga una lectura que está más allá de la superficie. Según el propio Zavala el indicio más seguro para reconocer una minificción consiste en la necesidad de releer el texto para reconocer sus formas de ironía inestable; de tal manera que generalmente el texto minificcional se enriquece con cada lectura. Por último, el carácter fragmentario de la categoría textual lo inserta como una manifestación de las textualidades de la posmodernidad, en tanto legitima una forma de aprehender y entender la realidad, como ha sostenido Francisca Noguerol.
En definitiva, el escritor argentino Raúl Brasca ha escrito que hay tres mecanismos básicos en la textura de los microrrelatos: la dualidad, es decir, enfrentar dos planos que ofrecen un dilema de difícil solución o un contraste sobre el que se juega y en el que interactúan los dos opuestos (al modo de soñador/soñado; mundo real/mundo soñado, la historia/el revés de la historia. El segundo mecanismo es la referencialidad, esto es, apelar a la cultura y conocimientos del lector, para establecer alusiones y frecuentemente invertir el sentido primigenio de la referencia o apuntar a nuevas variantes o recreaciones rayando en lo metahistórico. Y el tercer mecanismo es la dislocación del sentido, o sea, juegos de palabras o expresiones, entre otras modalidades.
Extraído del ensayo sobre "Aproximación al microrrelato " de Eddie Morales Piña.
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