Vida y Milagros de Stuffen

Ya desde muy pequeñita demostró inclinación por las artes plásticas (como todos los niños, para qué engañarnos ). Pero el interés de Elena parecía ir más allá de lo común a todos los críos.
A temprana edad probó suerte con la pintura mural (cada vez que los padres se daban la vuelta, ella estaba pintando en la pared con lo primero que pillaba, incluso se atrevía con la pintura mural, rascando el yeso de la pared con sus minúsculas uñitas ).
A eso de los cinco o seis años de edad, le dio por encaminar su obra hacia lo Oriental (sin saber nada de la famosa estampa japonesa). Por aquellos días, Elena dibujaba personas orientales, con sus ojos achinados, sus ropas orientale. Y se pasaba todo el día dibujando. Era tanta la obsesión por los chinitos (como ella los llamaba), que ni siquiera atendía en clase, hasta que un buen día, su profesora llamó la atención a su madre, ya que todos los niños sabían leer menos Elena (de tanto dibujar chinitos). Tras ese detalle de poca importancia, Elena aprendió a leer en una semana, pasando a ser la que mejor leía de la clase.
Con los años, Elena fue cambiando de motivaciones a la hora de abordar sus temas pictóricos, pero nunca dejó de estar en la luna de Valencia.
Poco a poco le iba entrando la vocación, y cada vez más. Así, mientras los otros niños querían ser médicos, dentistas o azafatas, Elena decía que quería ser pintora de retratos en la calle, sí, como los que se ponen en las Ramblas o en cualquier paseo marítimo de zona costera.
Por supuesto, el hecho de tener un vecino pintor, para el que estuvo posando para un retrato influyó en sus ilusiones de futuro (le encantaba colarse en el estudio de su vecino, sobre todo le llamaban la atención los pasteles de tantos colores que siempre tenía por todos lados).
Resulta que la madre de Elena también pintaba (era su hobby) y bastante bien, con lo que poseía unos óleos (los cuales siempre estuvieron lejos del alcance de su niña ), y algún que otro libro para aprender a dibujar, de esos con desnudos y todo. Ya a los 8 años, Elena practicaba copiando desnudos de los libros.
Le gustaban los concursos de dibujo y de poesía, y nunca dejaba de presentarse. Una vez ganó uno de dibujo, y otra vez uno de poesía.
Pero Elena no mostraba interés por las artes plásticas únicamente, también la atrajeron siempre las palabras, el cine y la música, en concreto, el piano. Y no paró hasta que sus padres la apuntaron a clases de Solfeo y más tarde piano. Le encantaban sus clases de piano, pero entre la falta de oído y piano con el que practicar, las ganas fueron mermando.
A los 12 años se fueron todos a vivir a Canarias, con lo que cambiaron los aires y Elena se olvidó del piano.
Ella siempre fue una buena estudiante, aunque casi nunca estudiaba. Según iban transcurriendo los años, disminuían los ratos de estudio de Elena, que, cuando se suponía estaba estudiando, en realidad dibujaba a escondidas. En ocasiones, su padre se daba cuenta y le decía: - ¡¿Ya estás dibujando en lugar de estudiar?!
Para entonces ya se le había metido muy adentro la idea de estudiar Bellas Artes cuando se fuera a la Universidad (porque Elena siempre supo que iría a la Universidad). Así, aunque su padre tal vez soñaba con tener una hija arquitecta o ingeniera de caminos, canales y puertos, la niña se dedicó a contentarse a sí misma, y a su madre, que siempre se quedó con las ganas de estudiar Bellas Artes.
Elena estudió Bellas Artes en la Universidad de La Laguna, en Tenerife. Donde no todo era tan fácil como esperaba. Donde la hicieron trabajar mucho y duro y donde descubrió que había gente muy buena por ahí, incluso mejores que ella (también mucho peores, por supuesto). En la Universidad de La Laguna había muchos humos, y mucho carácter de artista.
Sin embargo, Elena siempre tuvo los pies en el suelo en ese sentido. Elena siempre supo que no era un genio, ya que a los genios los terminan echando de las escuelas y facultades, mientras que ella terminó su carrera como Dios manda.
En aquélla época aprendió mucho de la amistad, y conoció a los mejores amigos del mundo, los cuales ya serán para siempre. De aquellos años viene lo de Stuffen.
Una vez terminada la carrera, se ha dedicado a buscarse la vida, ya que no hay mucho trabajo para un licenciado en Bellas Artes (en el fondo su padre tenía algo de razón). Y ha trabajado en lo que le ha surgido. Estando especialmente orgullosa de su colaboración en la restauración de la bóveda del aula magna de la Universidad Pontificia de Salamanca, subidita a un andamio, a unos 6 metros de altura.
Por supuesto tiene el C.A.P, y ha perdido parte de su tiempo en el intento fallido de preparar oposiciones a secundaria.
Elena es una pintora de brocha fina un tanto extraña, ya que todavía no ha montado ninguna exposición, pero algo le dice que eso cambiará.
Nota Calavera: Me ha parecido tan fascinante esta historia que no he podido por menos que publicarla aparte. Se lo merece.
8 comentarios
Guil Smis -
guanachinefe -
Jimul -
Comella -
Octavia -
Comella -
PD. Creo que me he ganado de sobras el infierno, esta semana. Feliz fin de semana :)
PD2. No me dirás que no queda mejor así??? ;) Heheheheee
PD3. La Estu es una artísta
Pablo -
¡Jimul, Escritor!
white -