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Calavera Infernal

BRINDO POR TÍ

BRINDO POR TÍ A todos los que miraron atrás y no pudieron regresar

La botella de ginebra se estaba acabando. La miró con una sonrisa y pensó que se había pasado bebiendo, sobre todo teniendo en cuenta que no lo hacía nunca. Bueno, no estaba llena del todo-pensaba- al menos estaba por aquí- intentaba señalar sin éxito la línea que su dedo pretendía marcar en el cristal. Una carcajada salió de sus adentros. Le sonó tan falsa la risa. Simulada como sus días, como sus palabras. Falsa como ella misma. Toda una farsa irónica. Toda una tragicomedia de pésimos actores baratos.
De las carcajadas pasó al llanto en menos de un segundo y tiró la botella por los aires.

“No sé vivir sin ti. No puedo vivir sin ti…”

Miró el bote de plaguicida que tenía al lado. Lo tenía más que pensado, premeditado con detalle. En el fondo, esa idea del suicidio no era para ella. Estaba todo preparado para él. Para demostrarle cuánto le odiaba y restregarle su culpa. Era él el culpable de que ella acabara así, en medio del campo, borracha como una cuba y echando plaguicida concentrado a un vaso con hielo.
Se lo debía porque quería hacerle daño, mucho daño, como se lo hizo él. A su cabeza embriagada por el alcohol vuelven los gritos de la noche anterior, los insultos, la mirada de él, tan fría. Esos ojos que decían que ya no sentían nada. Las palabras hirientes. El final de una vida en común. Y el portazo al salir.
Observó cómo el líquido azulado se vertía sobre los cubitos derramándose entre ellos, acariciándolos mientras éstos flotaban cada vez más arriba. Mojó un dedo en el vaso, ya nada podía hacerla cambiar de opinión.

-Va por ti, Angel, mi vida y yo brindamos por ti.

Y se llevó el vaso a los labios….

¿Recuerdas cuando nos conocimos? En el viaje de estudios, en aquella casa rural. Éramos tan jóvenes…Tú pusiste la mochila en la única cama que había en la casa y dijiste muy serio”Aquí duermo yo” Yo, casi no te dejé terminar y dije muy segura: ”No, perdona, esta es mi cama” Vimos el amanecer juntos, colándose por aquella ventana tan alta. Los demás pasaron la noche en el salón en los sacos. Nos volvimos locos. Nos hemos querido tanto… Me duele el pecho, me quema la garganta. ¡Dios mío, qué he hecho!
¡No quiero morir!¡No quiero morir!

Nadie pudo oír sus gritos, no llegaron a salir de su garganta.

Águeda ingresó en la Unidad de Cuidados Intensivos a las doce de la noche en coma etílico. La encontró su marido en el porche de su casa oliendo a ginebra, las ropas impregnadas de un olor nauseabundo, quemaduras en la boca y las manos secas y resquebrajadas.

Cuando despertó, su desesperación desbordaba el alma de todos los que estábamos allí.
No quería morir. No quería morir.
Los resultados de toxicología demostraron que había tomado una dosis letal de Paraquat, un plaguicida altamente tóxico, sin antídoto conocido. La muerte era irremediable a corto plazo, unos días tal vez. Para evitarle la conciencia de su propia muerte, la anestesiaron.
Águeda murió a la mañana siguiente, aún tenía lágrimas en los ojos.

7 comentarios

perseida -

!!QUÉ FUERTE BRUJI!!!
Felicidades!!!

Merche -

Gracias, guapos.
Lo escribí muy desde dentro, porque no podré olvidar nunca sus ojos.

Octavia -

Ay Merche ...

Goreño -

Paisana, se te dan muy bien los relatos trágicos, das justo en la fibra donde duele más el dolor. Me he gustado mucho.

merche -

Jimul, es que no sé cómo hacer con el teclado el emoticono de hacerte burla, juas!!!
White, gracias

jimul -

Buen texto, sí señora, aunque el título... jejeejejeeje...

white -

Merche, me has puesto el vallo de punta.