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Calavera Infernal

Diferentes conceptos de Microrrelato.

Diferentes conceptos de Microrrelato. Los teóricos han fijado el límite de la extensión de un microrrelato en la página, para ser leído de un tirón o un solo vistazo, ya que su hiperbrevedad nos permite empezar y terminar de leerlo en cualquier parte, a la espera del autobús o del verdugo, como afirma Luisa Valenzuela . En su libro Escritura y secreto (2002), la escritora sostiene que ella prefiere el término microrrelato para significar la micronarrativa, por cuanto el cuento es “casi sagrado, se arma atendiendo a leyes secretas, múltiples y variables, pero estrictas, que le confieren una personalidad insustituible. En cambio, la palabra relato me parece más laxa y permisiva, aunque podría tratarse de una connotación más personal que académica”. Efectivamente, uno de los términos más recurrentes para denominar a la categoría textual es el propuesto por Valenzuela, quien no duda en decir que “el microrrelato, jugoso, redondo, y picante como un rábano recién arrancado de la tierra, parecería ser la forma más actual de la prosa”. Sin embargo, en su transitar como forma discursiva en la búsqueda de su delimitación, definición e historia, el relato breve ha sido denominado minicuento, microcuento, minificción, cuento ultracorto, cuento brevísimo, cuento en miniatura. Todas estas calificaciones encierran una sola verdad, esto es, que la textualidad que recibe alguna de estas denominaciones exhibe retóricamente como rasgo más que evidente su extrema concisión discursiva. Esta concisión es la que lo hace ser pariente de otras textualidades como la fábula, la parábola, la greguería o el aforismo, mientras que su condensación poemática podría confundirlo con el poema en prosa. En otras palabras, “los límites de cualquier género son ambiguos, pero en el caso del microrrelato las fronteras con el resto de los géneros se encuentran aún más difuminadas”

El microrrelato, por tanto, será aquella textualidad que presenta estas características: “su brevedad extrema, secuencia narrativa incompleta, lenguaje preciso, muchas veces poético. Su carácter transtextual lo proyecta hacia otros discursos de manera implícita o explícita. Su final abrupto, impredecible, pero abierto a múltiples interpretaciones, impone una lectura que incide en el desarrollo de la imaginación y del pensamiento exigiendo un lector modelo que recree el contexto de este microcosmos narrativo” (María Isabel Larrea). En palabras más prosaicas, sin nos lanzamos a las aguas de esta forma superbreve, la inmersión será inmediata, instantánea, para bucear, entonces, en lo desconocido, dejándose llevar por la corriente. Cuando uno comienza el buceo en el microrrelato –género del tercer milenio, al decir de Lauro Zavala-, percibe como lector que esta forma discursiva tiene un carácter pragmático que está teñida por la ironía, la irreverencia y la transgresión; el humor escéptico, el doble sentido y el absurdo campean en las aguas del relato hiperbreve, incitando al lector a que haga una lectura que está más allá de la superficie. Según el propio Zavala “el indicio más seguro para reconocer una minificción consiste en la necesidad de releer el texto para reconocer sus formas de ironía inestable”; de tal manera que generalmente el texto minificcional se enriquece con cada lectura. Por último, el carácter fragmentario de la categoría textual lo inserta como una manifestación de las textualidades de la posmodernidad, en tanto legitima una forma de aprehender y entender la realidad, como ha sostenido Francisca Noguerol.

En definitiva, el escritor argentino Raúl Brasca ha escrito que hay tres mecanismos básicos en la textura de los microrrelatos: la dualidad, es decir, “enfrentar dos planos que ofrecen un dilema de difícil solución o un contraste sobre el que se juega y en el que interactúan los dos opuestos” (al modo de soñador/soñado; mundo real/mundo soñado, la historia/el revés de la historia. El segundo mecanismo es la referencialidad, esto es, “apelar a la cultura y conocimientos del lector, para establecer alusiones y frecuentemente invertir el sentido primigenio de la referencia o apuntar a nuevas variantes o recreaciones rayando en lo metahistórico”. Y el tercer mecanismo es la dislocación del sentido, o sea, juegos de palabras o expresiones, entre otras modalidades.

Extraído del ensayo sobre "Aproximación al microrrelato " de Eddie Morales Piña.

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