Blogia
Calavera Infernal

Diálogo con el forense

Diálogo con el forense —La causa del óbito fue debida a un apuñalamiento en el pecho.
—¿Sí? Creí que había sido por causa del veneno.
—Y usted qué sabe... ¿acaso es forense?
—No, pero...
—Entonces deje de dar opiniones ineptas.
—¿Me va usted a decir a mí, que soy el muerto, de qué fallecí?
—Usted será el cadáver pero yo soy su forense. Murió usted a causa de una puñalada en el pecho.
—Pero esa cuchillada me la produjeron cuando yo tenía veintidós años...
—Bueno... entonces usted falleció cuando tenía esa edad, lo que ocurre es que no se había dado cuenta.
—¿Habla usted todos los días con sus muertos?
—No, es la primera vez. Normalmente los cadáveres no dicen ni mú. Creo que se quedan sin habla del susto...
—¿Qué susto?
—El estupor de saberse difuntos.
—Pues yo no estoy asustado, además le digo que fenecí por ingerir estricnina, ¡si lo sabré yo!
—No soporto que un neófito trate de darme lecciones. Usted, señor mío, está aquí sobre mi mesa, abierto en canal, por haber sido acuchillado con arma blanca... ¿Quiere un poco?
—¿Qué es?
—Bocata de anchoas, con pimiento, tomate y mayonesa.
—No, gracias, no soportaría comer donde hay cadáveres.
—Pues está muy rico. Escribiré el informe de su muerte.
—¿Veneno?
—Puñalada.
—Bueno, informe como quiera, total, ya me da igual... Mientras escribe, ¿podría quitar el bocadillo de encima de mi hígado?, me está pringando todas las vísceras...
—Oiga... ¿recuerda quién le acuchilló?
—Sí señor forense. Fue un chaval que aseguraba que mi novia era su mujer. Ya ve, gente rara que hay por el mundo.
—Y... ¿era su mujer?
—No, era mi novia, mujer era de él. Lo que pasó es que el chico decía que ella no podía ser de los dos; no sabía compartir, no tenía ni pizca de solidaridad.
—En tal caso, el chico ese es su asesino. Informaré a la policía para que lo detengan.
—Bueno, eso pasó hace treinta años; ya no le guardo rencor.
—Bien, entonces no lo notificaré a la policía.
—Yo creía que me había suicidado con estricnina pero si me mató el chaval pues... ¡entonces es homicidio!
—Claro. Igual usted, al no percatarse de que ya estaba muerto, tomó el veneno para matarse, porque en realidad usted lo que deseaba era estar muerto.
—Imposible, yo no sabía que ya había fallecido. Incluso me afeitaba, duchaba e iba a trabajar todos los días a las siete. Además, si me asesinaron, deberían atrapar al homicida.
—¿Le guarda rencor, después de tanto tiempo?
—¡Lo odio con toda mi alma! Oiga, debería usted revisar mi estómago.
—¿Para qué?
—La estricnina...
—¿Otra vez?... le digo que la estricnina fue después, ya usted estaba muerto por el navajazo. Tal vez debería inspeccionar su vientre, por si el origen de la muerte fuera debido a alguna clase de veneno. Simple rutina.
—Yo creo que fallecí por una cuchillada, pero usted es el experto...
—Voy a coserlo ya.
—¡No!, aún no señor forense.
—¿Por qué no? Debería de saber que su entierro será pronto.
—¿Cuándo?
—Esta tarde, creo. Han venido su esposa y sus hijos... querían estar al corriente y si ya estaba todo listo.
—Dígale a mi esposa que me gustaría que me incinerasen.
—No llore hombre. Debería decírselo usted mismo pero como le veo tan triste...
—No lloro, es que se le ha caído algún mejunje y me ha saltado en los ojos.
—¡Ah!... sólo es desinfectante, tranquilo que no es malo para la salud.
—De acuerdo, pero debería usted lavármelos con agua, por si acaso...
—¿Está seguro de que no quiere un poco de bocadillo? Quizá le dé asco comer donde hay cadáveres.
—¡Qué va!, si yo tengo un aguante enorme. Una vez me comí unas cucarachas crudas...
— ¡Qué asco! ¿Y no tuvo arcadas?
—Sí pero se me pasaron a las tres semanas.
—Bueno, menos cháchara que tengo que acabar mi trabajo; todavía me quedan tres muertos más antes de irme a casa.
—Cósame entonces, pero no olvide decirle a mi esposa que no quiero que me incineren.
—Se lo diré, no tema. Prefiere una sepultura donde le lleven flores ¿no?
—No. Tengo decirle que... Bueno, le diré la verdad. Estoy vivo.
—¿Y que hace entonces sobre mi mesa? ¿Cree que puedo perder el tiempo tan estúpidamente? ¡Levántese enseguida!
—Vale, pero no se enfade, oiga.
—¡Fuera de aquí mentecato! ¿No le da vergüenza? ¡Su mujer ya tenía preparado el sepelio, con cantos gregorianos y todo!
—¿Gregorianos? ¡Nunca he soportado ese tipo de cantos! ¡Lo mejor que hice fue no morirme! ¡Ya ni uno puede fallecer en paz!
—Bueno, tampoco es para tanto... no se enoje usted que le da un ataque cardíaco.
—Pues mire, ni mal estaría que para lo que uno vive... Si al menos en mi funeral me loasen con cantos gregorianos ¡ Me complacería tanto!
—Creo que es mejor que se vaya señor vivo.
—Sí, ya me voy... oiga ¿sabe?, me gustaría que, cuando yo muriese, fuese usted mi forense ¡Ha sido usted tan amable!
—No se preocupe que me ocuparé de que así sea. Me halaga usted...
—¿Terminó de coserme del todo?
—Sí, está usted igualito que cuando llegó, pero sin morirse.
—Bueno, pues muchas gracias... ¡Vaya! ¿Cuándo llegué estaba muerto?
—Por supuesto; se lo dije bien clarito, pero se empeñó usted en que no y ya ve... el cliente siempre lleva la razón. De todas formas, si cambia de opinión, ya sabe donde me tiene; seguiríamos charlando sin traba alguna, ya que estando usted difunto podría quedarse aquí el tiempo que...
—Adiós señor forense; no creo que quiera morirme, pero por si se me ocurre, ¿por quién pregunto en ese caso?
—Evaristo Estilete Agudo, para servirle.
—Narciso Perpetuo Indeciso, a sus órdenes.




D. S. - Espuma.

7 comentarios

jorge luis -

es el dialogo mas hermoso que he leido e imaginado desde el pricipio. mis cinceras felicitaciones.

Octavia -

Fantástico Espuma...un gustazo.

white -

me ha recordado los mejores diálogos de Tip y Coll. Me los imaginaba a ellos interpretando tus letras. Me he reído mucho. Enhorabuena

merche -

Genial, espuma.
Yo también me he reido mucho.
Vales mucho.

Goreño -

Amiga Espuma, por muchas veces que lea este texto no dejo de mondarme de risa y de alabar tu ingenio y tu salero, como se dice en mi tierra. Besitos

Jimul -

Aunque no os lo creáis el placer de tener estas plumas tan finas e inteligentes es mío. Ese ingenio y ese léxico de Espuma, me tiene enamorado. Me puede, lo sé, ¡qué le voy a hacer!

Espuma -

no debería comentar yo, pero es que ¡qué sorpresa! ¡qué precioso quedó mi diálogo en el blog de Jimul!

gracias Jimul.

espero que guste.

me voy a beberme el barraquito, que aún no he tenido tiempo.

¡ayyyy! (suspiro) :-)